La verdad es que la primera vez que supe de la existencia de Bunraku y de la definición que se hacía de ella como una curiosa mezcla de cómic, western, samurais y videojuegos he de reconocer que yo sí que me puse burraco. Así que más inquieto que el bueno de Don Quijote en un parque eólico me dispuse a buscar información sobre este film y lo primero que descubrí es el hecho de que su título hace referencia al nombre genérico con el que es conocido el teatro de marionetas japonés. Muchos estaréis diciendo en estos momentos que vale, que muy bien y que os la suda, pero yo ahí dejo el dato para que esta noche os acostéis sabiendo algo más.
Otra cosa que me llamó la atención es todo ese plantel de actores conocidos, entre los que destacan nombres como el de Josh Hartnett, Woody Harrelson, Demi Moore y el gran Ron Perlman. Así que con todo lo comentado hasta ahora es normal que tuviera muchas esperanzas puestas en este film, tras cuyo visionado he de reconocer que no ha colmado las altas expectativas que tenía puesta en ella.
Como primera cosa reseñable y llamativa comentaré la manera que tiene de empezar el film, con toda esa introducción que nos deja un concepto tan negativo sobre la naturaleza humana, a la vez que hace una airada crítica contra su capacidad de destrucción y contra la manera de estar en constante conflicto con sus semejantes. No hace falta ser detective para darse uno cuenta de que un largometraje que hace apología de todo esto va a ser una ensalada de hostias y de violencia tremenda, pues ciertamente el argumento se presta a ello.
Y es que Bunraku es la historia de un misterioso vagabundo (Josh Hartnett) y un samurái japonés llamado Yoshi (Gackt Camui), quienes llegan por separado a una ciudad que vive aterrorizada por la banda criminal encabezada por Nicola (Ron Perlman) y una «femme fatale» (Demi Moore). Pronto nuestros dos principales protagonistas se encontrarán en la tesitura de tener que unir sus fuerzas para acabar con ese régimen de terror impuesto por Nicola (que por cierto lleva un sombrero a lo Burriagas que flipas). Ciertamente se trata de dos personajes muy diferentes unidos por un mismo fin, pues el contraste entre ellos salta a la vista desde los primeros instantes del film, cuando vemos que uno es hiperviolento y va buscando gresca casi a cada momento y el otro sólo usa la violencia como último recurso (pero cuando tira de ella pega una hostias como panes, pardiez).
Lo que sí es cierto es que el film rezuma un cierto tufillo a Kill Bill por todos lados, pues al fin y al cabo Bunraku (al igual que aquella) no deja de ser la historia de una venganza, repleta de acción y artes marciales. Ciertamente son muchos los momentos evocadores del film de Tarantino, no sólo por estos detalles comentados, sino por el hecho de que aquí también estarán a la orden del día las situaciones de personajes luchando ellos solitos contra un porrón de enemigos a la vez o por el hecho de tener que ir superando a una serie de asesinos muy bien entrenados hasta llegar al jefazo de turno. Todo este argumento tan de videojuego está aderezado por un aspecto visual muy comiquero (que recuerda mucho a Sin City), que unido a algún que otro flashback tipo cómic y el uso de bocadillos de texto para los subtítulos cuando hablan en japonés será muy del agrado de los más frkis.
Sin embargo, en mi humilde opinión creo que todo este popurrí de elementos tan sugerentes que componen Bunraku (estética de cómic, argumento muy de videojuego, artes marciales por doquier, étc…), y que debieran hacer las delicias de los frikis no acaban de enganchar. Bien es cierto que sus casi 2 horas de metraje no llegan a aburrir, pero creo que a toda esa mezcla de géneros le falta algo para llegar a ser una película redonda, pues al final acaba resultando todo muy tópico y sin aportar nada nuevo que no se haya visto antes. Oye, pero no me malinterpretéis, porque a pesar de todo el film se deja ver…