Pues sí hijitos, llamadme niñato, tío mierdero o lo que queráis, pero teniendo una pila de lecturas pendientes más grande que las construcciones esas que hacían los Curris (ya sabéis, los muñequillos salaos aquellos que edificaban cosas y luego llegaban los cabronazos de los Fraggles Rock y se las zampaban), me ha dado por volver a leer de nuevo cierta serie que me compré en formato grapa en su día, pero como ya apenas me acordaba de ella me la he vuelto a ventilar.
Creo recordar que ya he comentado alguna vez que los Thunderbolts me encantan, sobre todo la etapa de Warren Ellis al frente de los guiones, reuniendo a un grupete de maniacos y ex-convictos encargados de la tarea de dar caza a los héroes renegados que no se hubieran acogido al acta de registro. Pues bien, los Thunderbolts que nos ocupan en la reseña de hoy se encuadran en la etapa de Reinado Oscuro, ya sabéis, ese momento en el que Osborn ascendió en las altas esferas y quedó como el encargado de velar por la seguridad del país (a través de la agencia gubernamental denominada H.A.M.M.E.R.).