Hyperion

¡Plash!. De sopetón y de forma repentina os suelto las palabrejas “Señor del dolor”, y algunos pensarán que hablo sobre un tipo vestido de cuero y un látigo que castiga en plan sado a todo el que se pone por delante. Puede también que alguno piense en una especie de torturador armado con utensilios metálicos y cortantes, o puede que te veas en una prisión turca encerrado en una habitación con un tipo más grande que un armario ropero y con una tranca dispuesta a encontrar caminos en tu anatomía que no querías que fuesen descubiertos. Tranquilos, no quiero hablar sobre eso.

Hay tipos malos que acojonan de verdad. Algunas veces puedes leer un libro y notar la presión de la persecución implacable del antagonista. Si además el antagonista está lleno de cuchillas afiladas y te cuelga de algo llamado el árbol del dolor mientras agonizas hasta la muerte, pues ya lo acabamos de redondear. Es que el Alcaudón tiene las ideas claras como buen cazador de hombres. Hay que tener en cuenta que no le llaman Señor del Dolor por cualquier cosa, y saber qué se esconde detrás de este ser fantástico es todo un camino a recorrer.

John Carter de Marte

Decir Burroughs Edgar Rice es decir Tarzan, pero en lo que a lectura se refiere a mí me dio por adentrarme en el mundo de John Carter de Marte y no fue precisamente por la portada de los libros, donde podemos ver que en aquel planeta rojo las mujeres van semidesnudas. Está claro que en el planeta vecino hace mucho calor y con taparse lo mínimo ya puedes salir a dar una vuelta por las calles de Marte o como los nativos llaman Barsoom.

 Pues lo que tenemos si lo miramos desde lejos es a un Tarzan pero plantado en Marte por arte de birlibirloque. Si lo miramos un poco más de cerca vemos que hay diferencias, porque gracias a la diferencia de gravedad el amigo John Carter da saltos como el saltamontes Flip, pega puñetazos a lo Conan y liga como los Pecos en Benidorm.

Inquisidor Eisenhorn

Los herejes a la hoguera, pero antes hay que torturarlos un poco clavando palillos entre las uñas. Recordemos a Torquemada: “Muchos murieron quemados y tanto gusto me daba verlos arder, que decía, atizándoles la llama: ¡Perros herejes, ministro soy de la Inquisición Santa!”. Sí señores, la inquisición Española tenía su puntillo agridulce, pero nada comparado con Los Santos Ordos del Dios Emperador. Inquisidores que dejan a la altura del betún a todos aquellos que poblaron nuestra historia más oscura.

Algunos han intentado que renazca la inquisición en la clandestinidad. Recordemos al famoso acólito inquisitorial Georgie Dann: “La barbacoaaa, la barbacoaaa, como me gusta…” Y es que eso de quemar siempre ha sido un caramelo en la puerta de un colegio. La inquisidora Raffaella Carra con su “Caliente, Caliente” también quiso a quemar a más de uno. Pero dejemos de hablar de estos aprendices y vamos al turrón.

Conan en la sala de lectura

Conan siempre va repartiendo castañas a diestro y siniestro, vestido con un taparrabos y mostrando su cuerpo para deleite de todas las féminas con gustos culturistas. En cambio, la elección del Cimmerio en cuestión de mujeres es de lo más variopinto, pues o se pasa por la piedra a 4 prostitutas de mala muerte o se cepilla a la hija de un rey. Hay que recordar que Conan es un bárbaro y eso no es sinónimo de idiota. Tiene sus preferencias y si puede, coge de lo mejor lo superior. A ver quién es el chulito que le dice de esa agua no bebas.

Ya que estamos en momentos “Conan”, es hora de hablar de los libros de Robert E Howard, unos de los padres (junto a Tolkien) de la literatura fantástica moderna. Aunque realmente poco tiene que ver el uno con el otro, sin duda marcaron las pautas de lo que tenía que venir después. Con algo de esfuerzo podemos imaginar lo que pasaría en una fusión de estos dos grandes escritores.

Honor Harrington

Si digo que la cosa va de chicas con uniforme, seguramente algún pervertido pensará en la madrina de este blog vestida de enfermera, colegiala o a saber qué oficio donde pueda verse una buena pechuga. Nada más lejos de la realidad, Honor Harrington es oficial de la marina espacial y se ha ganado hasta su última medalla con esfuerzo y sin utilizar rodilleras.

Aunque apunta maneras británicas, este personaje en vez de beber Té, se dedica al chocolate y es que algunos dicen que el chocolate es el sustituto del sexo y en el espacio no hay mucho tiempo de practicarlo, además de lo incómodo que debe ser hacerlo flotando a dos metros del suelo.

Algunas veces buscas, el camino es largo y al final encuentras. Eso me pasó a mí con este personaje que da nombre a una famosa y prestigiosa saga de novelas de ciencia ficción: Honor Harrington.

Waylander

Nos complace anunciar que los muchachos de este blog nos vestimos de gala para dar la bienvenida a un nuevo y flamante componente: Argos. Este muchacho se ocupará sobre todo de hablar de lecturas muy frikis. Así que fans de ese tipo de literatura, atentos a la sección de este buen mozo porque seguro que os encandilará. Os dejamos ya con su primera reseña.

Hoy hablaré de Waylander, y aunque me tira mucho más la ciencia ficción, algunas veces me dejo caer por la épica fantástica.

Es un libro que tiene algunos años, se lo recomendé a Kiko el otro día a riesgo de equivocarme con sus gustos. Pero claro, teniendo en cuenta que el señor Waylander es un asesino despiadado,  que arremete contra lo que sea con su ballesta de repetición o con su espada y que su lectura es rápida con un ritmo trepidante, el  acierto es casi seguro.

La verdad es que el hombre tiene sus motivos para comenzar a matar pero le acaba cogiendo el gusto y es un no parar.