«¿Y si encontrásemos la cura para la muerte?». Años después de descubrir una cura genética para la mortalidad, un hombre empieza a cuestionárselo todo y se embarca en un viaje alucinante que le hará enfrentarse a su pasado y a su propio legado personal. Digámoslo desde el principio: esta novela gráfica de Scott Snyder y Jeff Lemire es una bestia ambiciosa, donde se combina mucha prosa y viñetas, donde se explora la muerte, su cura y lo que todo esto significa para un hombre llamado Jonah, el cual estuvo allí para presenciarlo todo.
A Snyder le gusta ser críptico. Para quien haya leído otras obras anteriores suyas, ya sabemos de su recurso preferido de tirar de escenas desconcertantes (que aparentemente no encajan), pero que luego tienen algún significado…pues bien, durante el primer tercio de esta nueva obra suya es lo que vamos a obtener.
AD: After Death es una historia de tres partes que tiene lugar en un futuro donde se ha descubierto la cura genética para la muerte. Desafortunadamente para un hombre, todo el asunto de no morir le ha dado demasiado tiempo para pensar en su vida y en lo que significa todo.
Lo interesante es la forma en que Snyder y Lemire eligen presentar a Jonah y la manera en que eligieron contar su historia. Snyder abre las cosas con Jonah recordando un importante recuerdo de la infancia y lo hace dándonos párrafos completos. Si bien Lemire presta ilustraciones a estas partes, se parece mucho más a un libro de capítulos con imágenes que a un cómic tradicional. Cuando la historia de Jonah retrocede al tiempo presente, contamos su historia en viñetas de historietas estándar. Es un contraste interesante y diferente que en realidad ayuda a que la historia avance, ya que es fácil determinar lo que está sucediendo en el ahora y lo que nos cuentan los recuerdos de Jonah.
Snyder demuestra una vez más que es uno de los mejores escritores actuales del noveno arte. Nuestro personaje principal se siente como una persona real con sus propios combates cotidianos y se necesita talento para humanizar tanto a un personaje ya desde el primer número. El guionista también nos da suficientes pistas pequeñas sobre el pasado de Jonah y algunas de sus peculiaridades para enganchar al lector y hacer que quiera saber más sobre el mismo.
Por supuesto, todo esto no sería tan efectivo si no fuera por el extraordinario arte de Lemire. Todo el color y el sombreado se realizan en un estilo de acuarela con manchas de color que se mezclan entre sí y cambian de intensidad a lo largo de la página. Y cuando Jonah recuerda su pasado, las páginas adquieren un tono amarillo como si el mismo las hubiera estado escribiendo en papel pergamino. El dibujante experimenta siempre con magníficas acuarelas para resaltar los peculiares patrones climáticos del futuro, cuyo resultado visual es fantástico.
La historia contada en estas páginas es apasionante, abarcando una gran temporada de años. Al final te encuentras bastante apegado a Jonah y comprendiendo su difícil situación.
Tenemos, por tanto, una serie estelar tanto para Snyder como para Lemire y recomiendo absolutamente su lectura. Si es cierto que puede ser un poco complejo para algunas personas, pero te garantizo que la historia te cautivará mientras que el arte te mantendrá pegado página tras página mientras tratas de asimilarlo todo.
En definitiva: D.M. Después de la Muerte es una novela gráfica con un arte hermoso y una prosa lirica, complementándose ambos perfectamente. A pesar de tener más texto (particularmente texto más descriptivo) que cualquier cómic que uno se pueda encontrar, el dibujo nunca se nota innecesario ni fuera de lugar; es más: añade mucho a la historia. Este formato, aunque tal vez eche para atrás a más de un lector, seguramente atraerá a otros muchos más por lo poco convencional del enfoque y, lo que es más importante, se torna muy efectivo para la historia que se cuenta.
AD: After Death es una obra altamente esperada durante mucho tiempo por los fanáticos de la dupla Scott Snyder y Jeff Lemire y por una buena razón. Es una obra única y una profunda experiencia lectora que no deja indiferente a nadie.
Por Francisco José Arcos Serrano