Un tema que me ha llamado mucho la atención en la actual generación de consolas es el ansia que tienen algunos jugadores por el mero hecho de conseguir logros o trofeos. Como sabéis, y si no ya os lo meto yo con calzador, los logros fueron incluidos en un primer lugar por el sistema LIVE de XBOX360. Los poseedores de la consola de Microsoft vieron ésto como un aliciente a la hora de jugar a sus juegos y hacerlos más rejugables, en cambio, empresas como Sony y sus acérrimos seguidores miraban al sistema de reojo, con desconfianza.
El tiempo dio la razón a los de Redmond, por lo que Sony, viendo el éxito que cosechaba XBOX360 con su nuevo sistema, decidió incluir su propia plataforma de logros (que ellos llaman trofeos). Pero no vengo aquí a meter cizaña entre los usuarios de un sistema u otro, sino para comentar la actitud que he visto en algunos jugadores respecto al sistema de logros y que por placer o por desgracia he sufrido en mis carnes.
Sí, tengo que reconocerlo, yo también he pasado por esa época donde intentaba conseguir todos los logros/trofeos de mis juegos. Recuerdo que cuando compré mi XBOX360 el sistema de logros me parecía una verdadera soplapollez. Lo primero que me vino a la cabeza es que era un invento de las distribuidoras para conseguir que rejugásemos a los juegos una y otra vez, para que de forma inconsciente nos pareciesen más largos. De esta forma podían colarnos juegos de duración irrisoria, ahorrándose gastos, y todos los usuarios contentos como borregos. En realidad muchas empresas utilizan esta mediocre técnica para alarga la vida útil de sus juegos, pero por suerte hay otras que consiguen premiar al jugador y añaden una golosina adicional al mero disfrute del juego.
Con el paso del tiempo sufrí la transformación que muchos de vosotros habréis padecido. De pensar que esa nueva forma de ver los juegos era una pérdida de tiempo pasé a querer todos los jodidos logros de mi colección. Veía como mis colegas de XBOX LIVE conseguían logros a diestro y siniestro, por lo que mi carácter competidor salía con fuerza y me apremiaba a superarlos. Llegó un momento en el que incluso me sorprendía revisando el perfil de otros jugadores para comparar sus logros con los míos. ¿Cómo es posible que el jodido Ricewind se pase chopecientos juegos al 100% de logros? Pero si ese puto logro es imposible, ¡no me jodas!. ¿Será un cheater? ¡Ostias, qué cabrón, me ha superado en logros al Gears!. Estos eran los pensamientos que tenía mientras manejaba el dashboard tirado en el sofá.
El hecho de tener un colega que es un caza logros no hacía más que elevar mi competitividad. Fue una época dura, en la que antes de ponerme con un juego lo primero que hacía era echar un ojo a los logros para valorar su complejidad. Revisaba webs donde puntúan los juegos según la dificultad de conseguir sus logros, para poder hacerme con ellos y conseguir una gran suma de puntos gracias a un esfuerzo mínimo (Perdidos fue de mis preferidos). Y lo más obsesivo, comparaba y comparaba mis logros con mi colega Ricewind. ¿Pero cómo puede ser que consiga los logros de un juego en una semana? ¿Este tío no trabaja? ¡Es que va a juego por semana el mamón!. Seguro que tiene un mono o un equipo de chinos contratados que le consiguen logros. Ricewind era mi bestia negra. Era el Goku de Vegeta. El Correcaminos del Coyote. Mi objetivo.
Toda esta mierda llegó a generarme algo de estrés (parecido al que tengo ahora por intentar jugar a todos los juegos que tengo pendientes). Desde una perspectiva objetiva, es cierto que este nuevo sistema conseguía que rejugase algunos juegos, pero sólo por el placer de conseguir logros, no por el hecho de que me apeteciese rejugar el título en cuestión. Horas consiguiendo las putas banderas del Assassin’s Creed o buscando palomas como un gilipollas en el GTA IV terminaron por encender una luz roja parpadeante en mi cabeza: esto no podía seguir así, el tiempo que pasaba intentando subir mi puntuación era tiempo que perdía disfrutando de otros juegos u otros hobbies. Poco a poco me di cuenta, cual drogata en una charla de autoayuda, de que ese ansia no era beneficiosa para mi.
Poco a poco mandé a tomar por el culo los logros. Ya no reviso más los juegos de mi colega Ricewind, ya ni siquiera echo un vistazo a los logros/trofeos antes de empezar un juego. Si cae alguno, bien venido sea. Eso sí, cada vez que salta el sonido característico avisándome de que he conseguido uno, siento un gustirrinín por dentro sólo comprensible por aquellos que han tenido una adicción en su vida. El maldito sistema funciona. Actualmente tenemos logros en XBOX360, PS3, móviles, Steam y sin darnos cuenta se han convertido en algo esencial de nuestra vida de jugón. Incluso odiamos a Nintendo por no haberlos incluido en su Wii o en su DS.
Por lo que me toca, me alegro de haber dejado atrás la obsesión de conseguir logros, dado que ahora tengo más tiempo para dedicarle al Football Manager, pura droga pá las venas.
viva el futbol manager, y yo paso de los logros.
Yo siempre me he pasado por el ojete esto de los logros. Que me dan uno por hacer alguna movida sin enterarme, pos guay…
Pero lo que tengo claro es que no voy a perder el tiempo intentando gilipolladas como por ejemplo cargarme a un puto Tank con armas de mano en el Left 4 Dead 2.
Además el único logro que me interesa hoy por hoy es el de arrancar el tangazo de un «bocao» a una playmate, ea…