La verdad es que últimamente estamos cogiendo la costumbre gilipollesca de hacer reseñas de estas de lunes molones sin ser lunes molones (y me voy a explicar). Como ya sabéis, ese es el día de la semana en el que nuestro redactor Kiko y yo quedamos en su casa para ver pelis chungas y posteriormente hacer reseñas que a nadie le importan una mierda. Pues bien, este pasado lunes tampoco pudimos quedar porque este muchacho tenía cita con su ginecólogo, motivo por el cual meto de paquete esta reseña de un largometraje que me vi yo el otro día y que entra en la categoría de pelis cutres de lunes molón.
Además que la carátula me resultó chuli porque me recordó la cara que suelen poner las chavalas en la disco cuando nos acercamos a ellas a zorretear. Pero vamos, que yo ya tengo tablas como para jugármela con cualquier mierda que se precie y tengo que decir que este film es una ellas. Así que si quieres saber si se me atrofiaron las neuronas más de la cuenta sigue leyendo…
El argumento de esta puta paranoia nos pone en el pellejo de cinco desconocidos que se despiertan atrapados en el interior de una mazmorra subterránea. Pronto descubrirán que son los sujetos de un sádico experimento para poner a prueba hasta donde puede llegar la capacidad humana para sobrevivir. Los días pasan sin posibilidad de escapar, el hambre comenzará a incrementar y su humanidad se irá desvaneciendo.
Personalmente he de reconocer que los instantes iniciales me recordaron un poco a la genial The Cube, por aquello de que repentinamente un puñado de personas despiertan en un lugar desconocido sin saber cómo coño han llegado hasta allí. Pero sin lugar a dudas, esta película es bastante más evocadora de la genial Saw, en el sentido de que un grupo de pobre gente serán puestos a prueba en una situación límite y deberán tomar decisiones bastante radicales y crudas si quieren sobrevivir.
Pero claro, el hecho de pretender comparar Saw con Hunger es como comparar a la Johansson con Chus Lampreave, no me jodas. Y es que todo esto acontece mientras un tío barbas «clavao» al Parada observa detenidamente a todo este grupete desde una cámara como si de un estudio sociológico se tratase (algo así como si este tío cabrón se hubiera montado ahí su propio Gran Hermano). Aunque bueno, hay que decir que a mitad de la peli se empiezan a dar pistas de porqué este menda monta todo este «tinglao».
Lo que sí es cierto es que el film es todo un carrusel de emociones de los protagonistas, que van desde el desconcierto, a la desorientación pasando por el histerismo y la desesperanza. Todo esto mientras tratan de encontrar algún patrón común entre ellos para tratar de averiguar si han sido elegidos por cierto motivo o si todo es obra de un puto loco que los ha escogido al azar. Eso sí, el film está plagado de fallos acojonantes, en el sentido de que los protagonistas se tiran allí encerrados días y a ninguno de los maromos les crece la barba en plan náufrago ni se les ensucia el pelo ni nada por el estilo. Además a medida que avanzan los días allí encerrados siguen sin perder esos kilitos de más. Una paranoia, vaya…
En definitiva, Hunger es uno de esos films que pretenden ser un ejemplo de hasta dónde puede llegar el ser humano cuando es puesto contra la espada y la pared en una situación límite, pero que deja mucho que desear. Es una pena, porque la película no arranca nada mal e incluso en sus momentos iniciales llama la atención, pero poco a poco va perdiendo fuelle e intensidad y acaba convirtiéndose en algo lento a lo que le sobra metraje por todos lados (no hacían falta casi 100 minutos para plasmar todo esto, coñe)…
Vamos a tener que ir pensando en contratar un psicólogo en este blog. Este tipo de cine nos va a dejar tarumbas.