
Y es que ver la figura de Mandela interpretado por el siempre genial y magnífico Morgan Freeman, le dejan a uno con ganas de ser más generoso, humilde, compasivo y mejor persona tras acabar de ver esta película. La película se centra en el hecho del propósito de Mandela para utilizar el deporte con el fin de unir a la población, aprovechando que se acercaba el campeonato mundial de rugby de 1995 antes mecionado (pues por aquel entonces el país se encontraba totalmente roto, lleno de odios, rencores y xenofobias entre unos grupos y otros).
Como he dicho más arriba, se trata de una película perfecta para ver durante esta época en la que nosotros estamos viviendo el Mundial de Fútbol de Sudáfrica. No sé si os habréis fijado en el detalle de los días en los que juega España, donde puede apreciarse que la gente es todo alegría e ilusión y los colores de la Roja abundan colgados en las terrazas de los pisos. Durante esos momentos la gente deja atrás cualquier diferencia política (no hay «Rajoys» ni «Zapateros» que valgan) o desavenencias de cualquier tipo y se disfruta viendo el partido de su selección en compañía de una muchedumbre que comparte la misma ilusión. Pues bien, esta idea es lo que se puede sacar en claro de esta película, contextualizado en una época y en un país lleno de conflictos y diferencias entre sus habitantes, lo cual refleja la grandeza de las ilusiones generadas por el deporte. Por eso me gustaría recomendar esta película a todas esas personas que cada vez que juega España se quejan de los gritos y de la pasión con la que se viven esos partidos, argumentando que no entienden tanto alborozo por unos tíos pegando patadas a un balón. Seguramente después del visionado de esta película (si lo hacen de una forma objetiva y sin cerrarse en banda en su idea preconcebida), tendrán otra noción de cómo de importante puede ser el deporte a la hora de unir a las personas. ¡Una peli muy recomendable basada totalmente en hechos reales, pues realmente Sudáfrica consiguió realizar esta gesta en aquel campeonato del mundo de 1995!.
Como he dicho más arriba, se trata de una película perfecta para ver durante esta época en la que nosotros estamos viviendo el Mundial de Fútbol de Sudáfrica. No sé si os habréis fijado en el detalle de los días en los que juega España, donde puede apreciarse que la gente es todo alegría e ilusión y los colores de la Roja abundan colgados en las terrazas de los pisos. Durante esos momentos la gente deja atrás cualquier diferencia política (no hay «Rajoys» ni «Zapateros» que valgan) o desavenencias de cualquier tipo y se disfruta viendo el partido de su selección en compañía de una muchedumbre que comparte la misma ilusión. Pues bien, esta idea es lo que se puede sacar en claro de esta película, contextualizado en una época y en un país lleno de conflictos y diferencias entre sus habitantes, lo cual refleja la grandeza de las ilusiones generadas por el deporte. Por eso me gustaría recomendar esta película a todas esas personas que cada vez que juega España se quejan de los gritos y de la pasión con la que se viven esos partidos, argumentando que no entienden tanto alborozo por unos tíos pegando patadas a un balón. Seguramente después del visionado de esta película (si lo hacen de una forma objetiva y sin cerrarse en banda en su idea preconcebida), tendrán otra noción de cómo de importante puede ser el deporte a la hora de unir a las personas. ¡Una peli muy recomendable basada totalmente en hechos reales, pues realmente Sudáfrica consiguió realizar esta gesta en aquel campeonato del mundo de 1995!.