Vamos a ver un momentín: Waylander, Honor Harrington, Conan, El Inquisidor Eisenhorn, John Carter de Marte, Hyperion, Drizzt do’urden, Los fantasmas de Gaunt, El Quijote… Eso son 9 libros. Para el décimo de la serie he dejado el que fue principio de todo. Porque como diría George Lucas, «toda historia tiene un principio» y entonces fue cuando nos enchufó al bodrio ese de Jar Jar Binks. ¡¡¡Menudo parásito espacial!!!.
Nos pasamos la infancia con profesores que nos enchufan unos libros para leer que no son nada aconsejables para iniciar en el sano vicio de la lectura. Sí, sí, lo que digan…, que son lo mejor de la literatura. Pues desde aquí, les voy a dar un buen tirón de orejas a todos por ser el elemento que acaba con las ganas de leer de miles de estudiantes. He conocido a muchos chupatintas con carreras de letras que piensan que tienen el poder en sus manos y sujetan la pluma como si fuera la espada de la verdad literaria. Fue una gran suerte encontrar a uno de los grandes en mi camino, un visionario entre tanto borrego. Antonio Fraile, aquel que encontró a un niño que no podía pasar un párrafo sin pensar cuántas páginas le quedaban para terminar y lo transformó en un devorador de libros.
Lo hizo de una manera muy sencilla, cuando tocaba leer el libro del trimestre y me dio a escoger entre tres. Uno gordo y “feo”, otro con una foto en la portada poco atractiva y un tercero, un libro que era un juego parecido a lo de elige tu propia aventura pero el doble de gordo. Tenía por nombre La Ciudadela del Caos de Steve Jackson.
¡Vamos, pues no hay nada de qué hablar, La Ciudadeladel Caos!… Además como tiene varios finales a ver quién me controla. Ese fue mi error, porque no paraba de acabar el libro y buscar otro final. Además el libro tenía una tabla para crear tu propio personaje y necesitabas dos dados para hacer las tiradas de ataque contra las bestias.
Recuerdo la primera vez que entré en la ciudadela. El malvado brujo Balthus Dire se encontraba en su interior, escondido, lanzando sus monstruos. Yo era un mago-guerrero discípulo de un gran brujo bueno. Tras una puerta me encontré una bestia con aspecto fiero y un enorme cuerno. Saco un puñado de hierbas, le digo que vendo eso para fumar en pipa, no se lo cree y ¡ZAS!…, mi cerebro quedó desparramado por el muro.
Después de ese libro, nunca dudé de la palabra del Sr Fraile y de todos los libros que recomendaba, los cuales fueron leídos de principio a fin. Aquello no fue nunca una obligación, sino placer por la lectura.
Conclusión: Perdí el libro en una mudanza, pero años después Timun Mas lo editó de nuevo y allí estaba yo comprando La Ciudadela del Caos.
Que fuerte el libro, yo te lo había visto mas de una vez en la mano, lo que no me puedo creer es quo lo perdieras…si tu conservas aun la pata de una silla de la guardería.
Me gusta más la primera edición.
A saber en que caja se quedó… si lo encuentro ya tengo dos.
Me encantaban de crío los «Elige tu propia aventura». Tenía algunos que se basaban en D&D, e incluso en la serie de dibujos. Siempre estaba deseando ponerme malo, porque me solían comprar uno de esos para no aburrirme en casa (a veces caía un SuperHumor, Mortadelo, o parecidos).
Pasado el tiempo fueron evolucionando a algo parecido a juegos de rol, como bien dices en tu post, donde el protagonista tenía hoja de personaje, energía, e incluso se podían tirar dados.
Estoy totalmente de acuerdo que es un fallo exigir a un chaval leerse El Lazarillo de Tormes (aunque éste no está mal) o tronchacos infumables, cuando lo que tendrían que hacer es incentivar la lectura. Grande tu profe.
Si, mi profesor era la polla, mira que lo he buscado para darle las gracias, pero a saber donde está.
La verdad es que cuando has leído mucha basura el Lazarillo de Tormes te llama mucho más.
Yo tengo toda la colección de D&D (La blanca y negra)