Hoy me voy permitir el lujo de dedicar unas palabrejas a otra relectura de estos bonitos días vacacionales, concretamente a un tomo publicado por la editorial Planeta DeAgostini allá por junio del año 2005. El principal atractivo del cómic (y razón por la cual me hice con él en su día) es el hecho de que venía avalado como «el primer trabajo independiente de John Romita Jr.», y francamente cualquier obra en la que esté tal dibujante de por medio, para mí ya es motivo de compra fija y apuesta segura. Por cierto, sobre el guionista Glen Brunswick no me preguntéis, porque para un servidor es un completo desconocido y esto es lo primero que he leído de él.
Ciertamente cuando lo compré en su día no tenía la más remota idea de qué narices era esto de La zona gris, ni sobre lo que trataba. Pues bien, tras haberlo releído hace un rato puedo decir que este cómic bien podría definirse como una historia que viene a ser una mezcla de elementos de temática o tintes noir con un componente fantástico y sobrenatural bastante curioso y que enseguida os explico. Así que «agarraos los machos» porque entramos en la Zona Gris, chavales.
Este tomo nos pone en el pellejo de un policía llamado Rudy Chance, a quien podemos catalogar desde los compases iniciales de la historia como un verdadero poli corrupto y putero hasta la médula, cuya máxima aspiración es servirse de su placa para sacarse sus beneficios con ciertos negocietes que tiene por ahí con tipos de muy mala calaña. Como es de suponer, el tener «tejemanejes» con esa gentuza acaba siempre trayendo consecuencias negativas por muy poli que se sea, y en el caso de nuestro protagonista se traducirá en un trágico episodio en el que su familia (esposa e hijo) saldrán bastante mal parados.
En su búsqueda de venganza ante los culpables del dramático suceso, caerá en una trampa que se saldará con la muerte de nuestro protagonista. Pero para nuestra sorpresa, las andanzas de Rudy Chance no acaban aquí, sino que irá a un lugar conocido como la Zona Gris, una plano de existencia en el más allá que bien podría catalogarse como una especie de purgatorio donde van las almas que no han sido lo suficientemente malas para ser condenadas ni lo suficientemente «rectas» como para merecer ir a un «nivel superior».
A lo largo de la lectura veremos que la Zona Gris es un lugar repleto de peligros, razón por la cual hace falta una especie de policía (llamada Guardia Gris) para tener controladas a todas esas almas que permanecen allí haciendo méritos para ganarse la redención y ascender a ese nivel superior. Las que no sean merecedoras de ese «perdón» están condenadas a ser enviadas a lo llamado Nube Oscura, que es el lugar donde acaban las almas de todos aquellos que no se merecen la salvación. Sin duda alguna, la mejor parte del tomo radica a partir del momento en el que esa Guardia Gris quiere a nuestro protagonista dentro de sus filas por su experiencia como policía cuando estaba vivo.
Será entonces cuando el hilo argumental del tomo girará en torno a las vicisitudes de Rudy Chance en este lugar y su búsqueda de redención por todos los males que cometió en vida. Por momentos veremos a un desesperanzado Rudy ante la idea de que en su alma no hay atisbo de bondad ni de preocupación por lo demás, mermándose así él mismo sus posibilidades de aspirar algún día a ascender a ese nivel superior para reencontrarse con su mujer y su hijo. Sin embargo, si algo se puede extraer de la lectura de este tomo es que tanto en esta vida como en el más allá puede haber esperanzas para todos (incluso para Rudy Chance) siempre y cuando uno se lo proponga en serio y deje a un lado su egocentrismo.
Puede que la Zona Gris no sea la quintaesencia de los cómics de temática sobrenatural, pero lo que sí hay que reconocerle es que se trata de una entretenida historia con un ritmo continuado y bastante bien llevado. Puede que si hubiera sido otro dibujante distinto a John Romita Jr. quien se hubiera ocupado de los lápices, no miraría este tomo con tan buenos ojines. Pero es que francamente canto a los cuatro vientos mi debilidad por su estilo tan personal y sin duda alguna incomparable. Merece la pena aunque sea sólo para recrearse los ojos con el dibujo de este auténtico crack.