Antes de la existencia de esta película pensaba que esto de los juegos del hambre era algo así como una competición entre niños gordos para ver cuál de ellos aguanta más sin comer con la idea de que se les ponga un tipín de aupa. Pero no amigos, resulta que originalmente se trata de una novela (mitad aventuras, mitad ciencia-ficción) de la autora Suzanne Collins, y que viene a ser el primer libro de una trilogía. Así que con el reciente estreno del largometraje que adapta ese mencionado libro es una magnífica oportunidad para adentrarnos en este mundillo por todos aquellos que no sabemos leer.
Además para el visionado de este film contaba con el incentivo de que una buena amiga mía me la había recomendado y pesaba sobre mi cabeza una amenaza de que o la hacía caso y la veía o me ataba por la lengua al tubo de escape de su buga y me arrastraba por un campo lleno de cristales rotos. Y tras haber podido degustar este film he de decir a esta coleguilla que tenía razón y que efectivamente los juegos del hambre es una película «mu bien pensá»…
El film se ambienta en un mundo post-apocalíptico donde un gobierno llamado el Capitolio se ha hecho con el poder después de varios desastres devastadores. El caso es que dentro de esta nueva sociedad existen los llamados juegos del hambre, un evento anual televisado por el gobierno, el cual selecciona al azar un niño y una niña de entre 12 y 18 años de cada uno de los doce distritos de los alrededores del Capitolio para hacerlos competir en una batalla televisada, y en la que sólo uno de los 24 participantes podrá sobrevivir.
Bajo esta premisa tenemos un film que a mí personalmente me ha resultado una mezcla de películas tales como Battle Royal y Perseguido (y si me apuráis hasta de La isla de los condenados). Y es que de la primera toma la idea de un estado opresivo que obliga a un grupo de jóvenes a masacrarse unos a otros en una isla perdida de la mano de dios. Por su parte, del famoso film protagonizado por «el Chuache» resulta recordatorio por el regocijo de un público ante un espectáculo repleto de sangre, muerte y morbo (en este caso concreto protagonizado por unos pobre críos matándose unos a otros para divertimento de los ricachones).
Ciertamente viendo este largometraje a mí personalmente me vino a la cabeza la idea de que visto el ritmo al que evoluciona esta sociedad actual nuestra no es descabellado pensar que algún día lleguemos a algo parecido a lo mostrado en esta cinta, con un gobierno opresor que acabará dando luz verde a este tipo de realitys en los que la gente se mate unos a otros sin miramientos, para regocijo de ciertos sectores del público y como recordatorio de tiempos peores para que no se vuelvan a repetir. Supongo que algún día bastardadas como Gran Hermano o Supervivientes sabrán a poco y habrá que ir un escalafón más allá, dando lugar a algo parecido a estos juegos del hambre. Joder, tan solo espero que cuando llegue ese día ninguno estemos aquí para presenciarlo…
Lo que está claro es que este largometraje resulta interesante de ver por la forma en la que aborda temas como la pobreza extrema, el hambre, la opresión, el control del gobierno y la supresión del individuo como tal. Todo ello en dos partes bien diferenciadas, con una primera mitad en la que se desarrolla el contexto de esta sociedad opresiva y donde priman las interacciones entre nuestros 2 protagonistas y su preparación para esos juegos (donde conoceremos también todo el meollo que hay detrás de esta competición). Ello deja el terreno listo para esa segunda mitad del film, en la que quedará todo preparado para ese plato fuerte, donde 24 jóvenes se enzarzan unos con otros sin miramientos para que sólo uno de ellos sobreviva.
En definitiva, Los juegos del hambre es un film que aúna de una manera interesante ideas ya vistas en otras películas para crear un argumento que ciertamente le hace reflexionar al espectador sobre la opresión, la crudeza y la crueldad de una sociedad post-apocalíptica con ciertos paralelismos con respecto a la situación que vivimos actualmente. Un mundo en el que los ricachones, con sus banquetes y sus lujos, usan a las gentes de las clases bajas ya no sólo para su propio provecho sino también para su regocijo y divertimento (la sociedad que nuestros políticos de hoy día anhelan, vaya). Habrá que estar atentos a la secuela para finales del año que viene, porque la película deja con ganas de que alguien derroque a ese gobierno y lo manden a tomar por culo…