Ayer tuvo lugar nuevamente otro de nuestros lunes frikis con los que paralizamos el barrio de Kiko. Fue tremendo el cordón policial establecido para mantener a raya a las 20 añeras histéricas, al que daba colorido una bonita alfombra de terciopelo que se extendía entre la plaza de parking que nos habían reservado para el evento y la entrada al portal de Kiko. Así que tras bajarnos del coche empezamos a tirar besos al respetable mientras la muchedumbre nos lanzaba rosas, hecho ante el cual Kiko cogió una, se la puso entre los dientes y cruzó la alfombra dando palmas como un loco a lo Marujito Díaz). Como es de suponer, fueron muchas las jóvenes que rompieron a hacer pucheros varios (y es que por algo nos llaman el «dúo cebolla», porque hacemos llorar a las niñas).
Tras esta introducción gilipollesca os comentaré que ayer le tocaba elegir película al nunca bien ponderado Kiko, y cuando un servidor se barruntaba que esta semana este mozo tendría guardada en la manga alguna peli chunga de terror, sorprendió a propios y a extraños y se marcó una apuesta personal titulada Equilibrium.
Hay que reconocer que elección «kikalesca» fue un soplo de aire fresco, pues últimamente nos estamos encasillando demasiado en pelis de serie B total, y de vez en cuando merece la pena cambiar de tercio y ver algún buen film de ciencia-ficción (y Equilibrium lo es). Quizás los primeros instantes, hasta que uno coge el hilo del film pasado el primer cuarto de hora, puede resultar un tanto confusa por ese inicio tan raro que tiene que te deja un poco cartulina, pero enseguida que uno va metiéndose en el argumento resulta una propuesta bastante interesante cuyo visionado invita a la reflexión.
Imagináos un futuro en el que ha acontecido la III Guerra Mundial, la cual ha dejado al mundo bastante maltrecho y a la humanidad como sabedora de que un nuevo conflicto podría suponer una extinción casi total de la vida en el planeta. Para evitar algo como esto ha proliferado una sociedad en la que las emociones humanas han quedado totalmente anuladas a través de una droga sintética conocida como prozium, ya que son precisamente esas emociones las que provocan la disparidad de pensamientos y de opiniones en las personas (y que a la larga causan enfrentamientos). Para vigilar y detener a los «ofensores sensoriales», el gobierno ha designado una unidad conocida como el Tetragrammaton compuesta por clérigos-guerreros entrenados desde su niñez en un arte marcial que combina las armas de fuego con el combate cuerpo a cuerpo y que son los encargados de eliminar cualquier atisbo de resistencia que promueva la exaltación de las emociones humanas. Sin embargo, pronto uno de estos guardianes del orden se cuestionará hasta qué punto merece la pena el mantenimiento del orden y el fin de las guerras a un precio tan elevado como es la supresión total de la identidad del individuo.
Ciertamente es inevitable que a uno le vengan a la cabeza películas como Farenheit 451 o V de vendetta, en el sentido de ese contexto de estado totalitario que cohíbe totalmente la libertad de la persona. Equilibrium realmente provoca que el espectador participe del dilema moral que se le presenta al protagonista (el siempre magnífico Christian Bale), por el hecho de pensar hasta qué punto puede ser buena una sociedad en la que se ha conseguido evitar la existencia de nuevas guerras y conflictos pero a costa de la supresión total del individuo. Pero sin duda alguna, si hay un film con el que Equilibrium guarda un gran parangón (salvando las distancias) es sobre todo con Matrix, por el hecho de la existencia de un mundo controlado y sin libertad en el que hay un «salvador» (experto en la lucha de artes marciales y en el dominio de armas) y un grupo de rebeldes que luchan desde la clandestinidad en contra de ese sistema que trata por todos los medios de erradicar los sentimientos humanos.
En definitiva, Equilibrium es un film que desde Vas Tú Listo nos permitimos el lujo de recomendar por esa buena combinación de película friki con un mensaje que invita a la reflexión. ¿Merece la pena un estado que garantice el orden y el bienestar total de sus ciudadanos a costa de ser él quien piense por ellos y controle sus emociones, eliminando por completo la identidad del individuo como tal?. ¿O realmente ningún estado tiene derecho a reprimir emociones como el odio, la ira, la tristeza y demás sentimientos humanos a pesar de que muchas veces son el germen de conflictos y enfrentamientos?. ¿Es más importante la globalidad y formar parte de un todo, o realmente tiene primacía la individualidad y la identidad propia?. En lo que coincidimos Kiko y yo es que había ciertos momentos del film en los que daba pavor ver el parecido del «aborregamiento» de esa sociedad que se nos muestra en el film con respecto a ciertas facetas de nuestra vida diaria (desde luego que esto sí que da que pensar).