Llegó el lunes 7 de enero de 2013. Me desperté con una extraña sensación. No sé, algo desasosegado podríamos decir. Inquieto quizás. Notaba que algo raro pasaba. No era como los demás días. Miré a un lado y a otro, extrañado, tratando de percibir qué notaba distinto. Todo parecía estar en orden, pero no, algo seguía sin encajar. Empecé a hacer memoria y de repente me vino un fogonazo: ¡ese día había sido invitado a un lunes molón con mis amigos de Vas tú listo. Eso era. Nervioso, excitado, la emoción me comenzó a embargar. Empecé a saltar por la casa y a gritarlo por las ventanas. No cabía en mí de alegría y me comenzaron a saltar las lágrimas.
En fin, ya podéis imaginar. Pasé el día lo mejor que pude, dado mi estado de nervios, y llegada la hora acordada, me dirigí a la gruta de Vas tú listo. Allí llegué yo con mi gracejo natural y mis mejores galas, como correspondía a la ocasión: zapatillas, vaqueros, camiseta de los Clash y sudadera con capucha. Saludé a mis anfitriones a los que, a todas luces, había interrumpido haciendo algo que nunca me atreveré a preguntar…
Y es que el Sr.Grifter aún se encontraba de rodillas y Kiko me abrió la puerta con una fusta en la mano. El gato mórbido pareció leer mi pensamiento pues, llamadme loco, creí ver que se posaba primero una zarpa mórbida en sus labios y luego se la pasaba por el pescuezo, en el típico gesto de rebanarlo, indicándome que o callaba lo que había intuido o se encargaría de que no hablase nunca. De modo que lo dejaré ahí y me dispondré exclusivamente a hablar de la peli.
Había oído cosas espantosas sobre los lunes molones. Sabía que, aquelarres y festejos sodomitas aparte, el Sr. Grifter y Kiko se dedicaban a jugar a la consola y a ver lo peor que se había estrenado en los cines de todo el mundo. De modo que tras echar una partida al FIFA en la que los tres jugábamos en el mismo equipo y caer estrepitosamente eliminados (pese a mi excelente concurso que subió sin duda el lamentable nivel de juego en que estos dos, con sus infames dedos morcillones, se encuentran habitualmente), me atreví a preguntar, con un hilo de voz, qué película íbamos a ver.
Se trataba de Red State, de Kevin Smith. «No empezamos mal», me dije. No conocía la peli, ni sabía que Kevin Smith había hecho una nueva, pero he sido históricamente muy fan de este director. Creo recordar que lo conocí con Persiguiendo a Amy, película que me encantó en su momento, pero que no ha soportado bien el paso del tiempo, pues en algún re-visionado, me ha parecido más ñoña de lo que recordaba. En ella se hablaba de cosas ocurridas en Clerks, así que vi Clerks, que está muy bien. Luego vi Mallrats (bien), Dogma (bien), Jersey Girl (lamentable) y Clerks II (bien). Mirando ahora en la wikipedia, he visto que me he perdido alguna más de su filmografía, e intentaré verlas, pero al pobre hombre siempre se le va a comparar con lo que hizo en Clerks y parece encasillado.
Por eso me ha sorprendido bastante Red State. No tiene nada que ver con lo que ha hecho hasta el momento. La película trata de una especie de secta religiosa ultra-conservadora que tiene en el punto de mira, principalmente, a los homosexuales y aquellos con comportamientos sexuales no convencionales. Su actividad no se limita sólo manifestarse y llevar pancartas, sino que van más allá, pasando a la acción directa.
La primera mitad me pareció interesante y mantenía bien la tensión, con un Michael Parks (que creímos durante toda la película que era Bryan Cranston, el de Breaking bad, y no salimos del error hasta que acabó y vimos que no aparecía en los títulos de crédito) magistral, comiéndose la pantalla, pero a medida que avanza la película, el tema, que podía dar mucho más de sí, se diluye y te quedas con la sensación de que sí, que está bien, pero se podía haber profundizado más, sacar más partido a la historia. La película en realidad crítica no sólo el propio fanatismo religioso, sino la impunidad con que las fuerzas de seguridad del Gobierno estadounidense se enfrentan a grupos de este tipo desde el 11-S. Sin embargo, en este sentido (cómo se atropellan las libertades en Estados Unidos desde esa fecha), me gustó más el enfoque que da Thomas McCarthy en The Visitor, que he visto hace poco.
También me gustó la actuación de John Goodman, que es muy bueno y lo corrobora, y los juegos de cámara empleados en algún momento (planos subjetivos en una persecución y cámara situadas en lugares inverosímiles). En definitiva, la película estuvo bien, fue entretenida, pero podía haber estado mejor. En fin, si tuviese que darle una nota, sería más bien un «6». Bueno, pues así concluyó mi velada y mi primer lunes molón. Oyendo lo que había oído, debo decir que la sesión de cine fue mucho mejor de lo esperado…
Reseña realizada por nuestro colega elbocata