Tras ocho o nueve años intentando acabarme las tiras de The Order of the Stick, que Rich Burlew lleva publicando desde 2003, por fin he conseguido llegar a la última tira. Por la 961 que va ya. ¿Y ahora qué?. ¿Cómo se puede quedar uno agusto con la espera?. Porque me ha costado lo suyo. Y no porque sean pesadas, ¡todo lo contrario!. Pero me costaba engancharme a leerlas en el ordenador, en inglés, así que tocaba hacerlo despacito y con calma, hasta que durante una temporada las dejaba, y cuando volvía a leerlas ya no sabía por donde iba y tenía que comenzar de nuevo. ¡Y con muchas más páginas añadidas!…
Hay que admitir que la tecnología (entiéndase un móvil con buena pantalla y tarifa de datos) es la que al final me ha permitido seguir avanzando con el cómic, porque al final, son los efímeros ratillos libres que se sacan esperando el algún sitio cuando he podido ir leyendo las tiras. Cuando no sabes qué hacer y recuerdas que tienes internet en tu mano.
Y a todo esto, os estaréis preguntando alguno, ¿qué cojones es eso de The Order of the Stick? Pues es uno de los mejores cómics roleros que te puedes encontrar. Unas tiras basadas en una típica aventura del D&D, que comienza parodiando el cambio de reglamento de la 3.0 a la 3.5. Abunda el humor relacionado con el metajuego, en el que los propios personajes mencionan términos de juego (en plan «que bien, he subido de nivel», «toma ya, más puntos de habilidad» y cosas así), aunque con el tiempo y por la popularidad conseguida, el autor ha intentado hacer un humor más comprensible para los profanos en el arte del mazmorreo.
Pero lo que más caracteriza a The Order of the Stick es su estilo, ya que todos los personajes son monigotes. Son los Cuttlas del rol. Precisamente el término Stick viene de Stick Figure, monigote, así que se podría traducir como «La Orden del Monigote», aunque la verdad es que todas las menciones en español se suelen hacer como «La Orden del Palo».
Los protagonistas del cómic forman un grupo de aventureros dirigidos por Roy, el único guerrero inteligente en todo el universo de D&D (junto al personaje de Joanna en The Gamers 2). Con él van el poderoso e inteligente mago elfo Vaarsuvius (¿elfo mago o elfa maga? ¡Quién sabe!); Haley, la elfa ladrona «coleccionista» de tesoros; Belkar, un mediano explorador caótico malvado, que no sabe rastrear y cuyo único objetivo en la vida es patear culos y dar puñaladas; Durkon, un enano clérigo con peor acento que un escocés borracho; y, sin lugar a dudas, el mejor, Elan, el bardo con la carisma de un semidios y la inteligencia de un niño de tres años.
Sus aventuras comienzan en el Dungeon de Dorukan, donde intentan derrotar al poderoso lich Xykon, acompañado por su leal goblin clérigo Redcloak y el megamonstruo «Monstruo en las sombras«, un ente megapoderoso (y extremadamente estúpido, a la altura de Elan) pero al que nunca le vemos salir de las sombras, ya que Xykon lo quiere usar sólo en el momento cumbre…
Ese era el argumento inicial, porque tras once años y 961 páginas, la cosa ha ido por muchos derroteros. En todo este tiempo el merchandising sobre el cómic ha ocupado su lugar, incluyendo camisetas, juegos de cartas e incluso miniaturas para montar y pintar. Y a mí se me ha acabado lo bueno, porque ahora cuesta esperar a que vayan saliendo nuevas tiras. ¡Me tocará rebuscar en el trastero para encontrar los tebeos de los Caballeros de la Mesa de Comedor y poder leer otra cosa de esta casta!.
Tengo que retomar su lectura, hace muchísimo tiempo que no las leo.