Misión imposible: Frikonversión de mi chica

frikonversion

Para un buen friki, es difícil asumir que tu pareja sea la que menos nota ha sacado en el test friki de entre todos los amigos conocidos. Y más cuando gran parte de los puntos obtenidos han sido por preguntas como «soy chica», «me gusta el sushi» y porque «estudié alemán» y «euskera». ¡Si al menos supiese klingon!. Encima, esas respuestas hoy en día ni siquiera dan ya puntos. Pero no hay que rendirse. Como buenos Siths, la podemos pasar al Lado Friki poco a poco. En esta guerra, se combatirá en múltiples batallas, con sus éxitos y fracasos, pero sólo hay que pensar en el objetivo final: ¡La Frikonversión Absoluta!.

En mi caso, eso ocurrirá cuando consiga que vea la saga de Star Wars al completo… pero sé que si ve alguno serán los más nuevos porque sale Ewan McGregor, no nos engañemos. Y a cambio, me tendría que tragar la serie de la BBC de Orgullo y Prejuicio (¡y sin Zombies!).

La Gran Batalla del Anillo

La gran pantalla me sirvió como aliada para conseguir la primera gran victoria en la Frikonversión. Bueno, digo gran pantalla de forma simbólica, porque las pelis las vimos en la tele. Está claro a cuales me estoy refiriendo, a las de El Señor de los Anillos. Pero recordad, hablamos de cine, no de los libros. Esos no nos los podemos plantear ni de coña.

El Anillo Único

Mi tesooooooooooro

Aquella era una batalla ganada por adelantado, porque es un bombazo que gusta a frikis y a no-frikis por igual. Gracias a la saga, la batalla acabó con una adquisición inicial del léxico básico pero fundamental para todo buen friki: elfo, orco, artefacto mágico… Si esto hubiese fallado, la cosa hubiese pintado realmente mal. Lo mejor habría sido abandonar.

La Batalla de la Varita Mágica

Pensaba que esta batalla sería también fácil de ganar, pese a no ser yo un ferviente seguido de Harry Potter. Entretenidillas, vaya. Otra saga asequible para mucho no-friki, que podía enturbiar el Poder del Normalismo. Pero fue un rotundo fracaso. «Menuda infantilada», y ahí acabó todo. Perfect, Game Over. Y en un único round.

Batalla Naval (I y II)

Soy un vicioso de la CiFi y quizá eso dificulte obtener ciertas victorias, que nos ciegan y se nos hacen ver como sencillas, pero no lo son. En este caso, dos eran los campos de batalla elegidos: Galáctica y Firefly. Si quieres ir a por todas, tienes que ir con tu mejor armamento. Pero estas series no dejaron de ser «esas series de navecitas que tanto te gustan». Las dos orejas y el rabo, y ella saliendo en hombros de la plaza.

Firefly

La tripulación del Serenity, incluido Castle antes de dedicarse a escribir novela negra

La Batalla del Big Bang

Nos ponemos en situación: Campo de batalla, un edificio en Pasadena, California. Los vecinos del 4A y sus amigos, el orgullo del frikismo, conviven con la vecinita del 4B, una rubiaza que no sabe ni el color de los calzoncillos de Superman pero con otros talentos que aportar a la serie (me refiero a su carisma y empatía). Lógicamente, estoy hablando de la serie de The Big Bang Theory, aquella que nos representa a muchos frikis en un 80% (eso quiere decir que a los de esta serie les queda un 20% para ser tan frikis como a algunos que conozco).

La batalla comenzó con una mala estrategia inicial. Vamos, que no la supe vender. Yo me partía el ojete con ella, pero no conseguía convencer a mi contrincante para que la viese.

Pero por suerte, siempre puede haber alguna ayuda externa inesperada, la recomendación de un par de sus amigos, nada frikis, que estaban enganchados a la serie. Un punto de vista más objetivo. ¡Otra victoria! Me sentí cual inglés frente a Armada Invencible.

La Batalla del Agricultor

En esta ocasión, el campo de batalla es una mesa. El escenario, cualquier juego de tablero medianamente friki. Descartamos Risk, Monopoly, Parchís… Esta vez, la elección final la hizo la contraria. Y es que, lo bueno de tener un novio friki, es la facilidad para hacerle regalos y que se quede contento. Te vas a una tienda friki, pides consejos frikis, compras cualquier cosa friki y prueba superada.

En este caso, el regalo fue el juego Agrícola. Que ahí como suena, puede parecer muy cutre: cada uno es un agricultor que tiene que conseguir más puntos que el resto cosechando, recolectando y criando animales. Suena algo así como cutrecillo, ¿verdad?…

Agrícola

A romperse el lomo cuidando ovejas y cultivando el campo

Pues el juego engancha y de lo lindo. Que si «construyo unas vallas para el ganado», que si «cojo unas ovejitas para tener algo que comer», que si «tengo un niño para que se deslome en el campo»… adicta desde la primera partida, la victoria se decantó de mi lado. Y que buenas partidas, oye, pese a que me pegue unas palizas de órdago.

La Batalla Persa

Este parecía un duro enfrentamiento. La batalla se produciría en un terreno plagado de viñetas y bocadillos. Pero el campo estaba bien abonado, ya que la contraria ya poseía algunos cómics como, entre otros, un par de colecciones de un niño y su tigre de peluche. Y es que Calvin y Hobbes tienen su aquel.

El escenario de batalla final fue en la antigua Persia. Tras una recomendación, tiempo ha, de una novela gráfica por parte de unas Altas Consejeras Frikis, y tras ver Argo y hacerme recordar dicho consejo (por la ubicación de la historia), decidí arriesgarme y regalarle unas viñetas que no incluyese ni superhéroes ni bárbaros (porque los X-Men y Conan no es que sean muy carismáticos para Frikonvertir a alguien). Me refiero a Persépolis, un novelón gráfico sobre una iraní y su vida tras la revolución iraní del 79 (la propia vida de la autora, Marjane Satrapi).

Persépolis

Aventuras y desventuras de Marjene en su juventud, en Irán

El objetivo parecía difícil. ¿Regalar un cómic que no fuese de Esther o de Calvin y Hobbes?. ¿En qué estaría yo pensando?. Pero para una ávida lectora y con una historia que contar tan buena, aquello se convirtió en un cebo perfecto. Y ya después, era ella la que miraba más novelas gráficas que comprar y pedía consejos a amigos. ¡Touché!, ahora voy a ser yo quien le pida consejos y recomendaciones.

… pero esto sigue …

Todavía quedan muchas batallas por delante. El éxito rotundo sería pelearse por pintar minis, leerse el Silmarillion, hacerse seguidora de Red Sonja y grabar un vídeo con muñecos de Lego matando de distintas maneras a Jar Jar Binks. Pero no pensemos en imposibles, quedémonos en cosas más sencillas.

Al menos, que comprenda un poco más al bicho raro con el que se ha casado.

Notas del autor

Algunas de las situaciones han sido dramáticamente dramatizadas; la censura ha hecho su labor y se ha echado unas sonrisillas tras dar el visto bueno. Todo sea que yo acabe culturizándome y viendo la serie de la BBC de Orgullo y Prejuicio. Bajo esas circunstancias, habría perdido la guerra.

4 comentarios

  1. SrGrifter dice:

    Lo mejor para friki-convertir a alguien es coger, sentarle así delante de la tele y pasarle material friki durante 24 horas seguidas.

  2. KiKo dice:

    Jajaja, me he reído mucho con tu post Goznar. Si es que nuestras novias poco a poco terminan dándose cuenta que algunas de nuestras aficiones molan. No todas, pero algunas molan.

    Yo tengo a la mía diciéndome cada dos por tres que nos echemos un Zombies!!!. Y oye, uno se hincha de orgullo 😛

  3. ArgosCamacho dice:

    Si consigues que lea Silmarillion ya es para sacarte a hombros. Yo lo intenté y no pasó de la página 5.

    1. KiKo dice:

      Eso no lo he conseguido ni yo 🙁

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