Las pocas chavalas que frecuentan este humilde blog y los chicos que apuntaran maneras sarasas desde jovenzuelos seguramente recordarán a las «Nancys», aquellas curiosas muñecajas que tenían unos pelacos que parecía que les había hecho un injerto capilar un mongolo con Parkinson. Pero no amiguitos, la Nancy a la que nos referimos hoy no tiene nada que ver con esas muñecas de antaño ni con tías chonis (a pesar de ese nombre) sino con cierta novedad comiquera que ha sacado a la venta Aleta Ediciones.
Lo cierto es que a veces los frikis impresionables nos dejamos llevar por las portadas como esta, en las que sale una pedazo de jacaza con una motosierra a lo Bruce Campbell, demonios por doquier y pantalones vaqueros rotos que insinúan culazos que ni el de tu vecina. Y como uno no es de piedra pómez decidí dar una oportunidad a esta curiosísima secuela sin haber leído el tomo anterior (pero vamos que tampoco había demasiado que saber). Y es que este es uno de esos cómics en los que el argumento te la suda y en el que lo único que esperas es ver frikadas con rubias y demonios descuartizados al ritmo de una motosierra…
Para el que no tenga el placer de conocer a Nancy os diremos que se trata de una pobre chica que un buen día (por azares del destino) tuvo la mala suerte de acabar en el infierno, tal y como se pudo leer en aquella miniserie de 4 números que fue publicada hace un tiempo por estos lares (y que insisto en que nunca llegúe a catar). Basta decir sobre ella que se trataba de todo un homenaje al cine chungo de serie B de antaño, cuyo hilo conductor se centraba en las andanzas de esta pobre muchacha por escapar de ese sitio más «caluroso» que la mansión Playboy en un particular viaje en el que contará con la inestimable ayuda del mismísimo Lucifer.
Pues bien, este cómic continúa la historia justo donde acabó el tomo anterior, con Nancy y el señor de las tinieblas de vuelta en la tierra tras hacer logrado cruzar las puertas del infierno. Pero a su regreso se encontrarán con que el Apocalipsis se ha desencadenado y los demonios llueven sobre la faz de la Tierra, a la vez que los ángeles quieren destruir todo el planeta antes de que el Infierno conquiste todos los planos. Salta a la vista que la historia de Nancy in Hell: Doble sesión continúa esa línea de argumento casposo de serie B antes comentada, cuyo halo se adereza con las portadas del interior del comic, que se asemejan a aquellos carteles de antaño, tanto por la estética como por el detalle de aquellos dobleces tan característicos. Dentro de lo pedazo de frikada que supone todo este «sarao» que se montan, hay que reconocerle al cómic un arranque bastante divertido, con todos esos demonios armando escabechinas allá por donde pasan mientras un grupo de supervivientes (encabezados por Nacncy y Lucifer) tratan de mantenerlos a salvo.
Sin embargo, poco después la historia toma unos derroteros demasiados descabellados cuando entran en acción la banda de arcángeles más zorras y malvadas que hayáis visto nunca en el noveno arte, bombas atómicas, los Doce Discípulos del Infierno y otra serie de elementos que van haciendo que todo esto desvaríe a lo bestia y acabe siendo una merienda de negros del copón. Eso sí, al menos uno puede deleitarse los ojines con los pincelitos de Enrique Lorenzana, con ese particular estilo suyo tan recargado y repleto de detalles, en el que merecen mención especial esos currados primeros planos del culo de Nancy (mientras destripa ángeles y demonios a tutiplén con unas mañas y unas poses que no tienen nada que envidiar a las buenas maneras de despachar zombies que exhibía la protagonista de Lollipop Chainsaw).
En definitiva, queridísimo lector, si tú eres dado a los cómics de argumentos simplones con personajes de tetazas descomunales y culazos de toma pan y moja acompañados de una bestial violencia explícita y sangre (mucha sangre, más que en una papelera de compresas de un baño público) entonces Nancy in Hell: Doble sesión es tu cómic. Pero si odias esos clichés tan típicos de la serie B entonces no te acerques a esto ni con un palo, porque saldrás «escaldao»…