Dicho así en frío el apellido Russo traerá recuerdos a los más pornochachos de aquella vedette italiana de nombre Carmen, con tetamen prominente. Pero a los grandes seguidores de las películas de zombies les vendrá ineludiblemente a la cabeza el nombre de John, al que todos admiramos por ser el guionista del film original de La noche de los muertos vivientes. Y es que hay que reconocer que el bueno de John Russo está que lo tira el tío, pues últimamente se marca sus pinitos en el noveno arte con estos cómics que tienen como grandes protagonistas a esos seres putrefactos.
Del tomo anterior ya hablamos en su día, del que recordaréis que no nos dejó un mal sabor de boca a la hora de servir como precuela que revelaba ciertos datos sobre algunos personajes de la mítica película (a la vez que introducía nuevas historias que tenían que ver con toda esa amenaza zombie). Pues bien, este nuevo tomo seguirá ahondando en más detalles de esa plaga, con una nueva historia que se sitúa cronológicamente unos meses después a lo visto en el anterior cómic de Night of the living dead.
Y la forma en la que se continúa el meollo de esta nueva entrega parte del hecho de que ese brote o plaga zombie (o como puñetas queráis llamarlo) no ha remitido del todo y vuelve a resugir en plena «manifa hippy», en el Capitolio, donde esos melenudos jovenzuelos protestan contra la guerra del Vietnam.
El protagonismo de la historia recae esta vez en un joven soldado de la guardia nacional encargado de mantener el orden durante esa manifestación, y un veterano de guerra que ha presenciado el horror de Vietnam y tiene mucho que decir al respecto sobre las atrocidades que vio allí y que relata en una carta que quiere entregar en mano al presidente. Por cierto, a este respecto merece la pena comentar que resulta estremecedora la lectura de lo que se cuenta en esa carta sobre los horrores y las mentiras en torno a esa guerra, que le deja a uno con los pelos de punta y pensando que al lado de esto los zombies son unos simples monaguillos de esos a los que dan ganas de cogerles de los mofletillos. Y es que esto puede interpretarse como el manido cliché que abunda muchas veces en este tipo de historias referente al hecho de que cuando los seres humanos nos ponemos, podemos ser peores y más brutos que los muertos vivientes…
No será el único cliché del género que haya en la historia, pues tampoco faltará uno tan recurrente como es el del típico grupete de supervivientes que se han de mantener unidos y colaborar entre ellos para salvar el pellejo, esta vez encerrados en una iglesia de la zona y tratando de impedir que los zombies puedan entrar. Todo ello unido a los sempiternos esterotipos setenteros de la época, donde no faltarán esos hippies unidos en favor del amor libre y la paz, el racismo entre blancos y negros y las mentiras de los políticos en torno al conflicto asiático que coleaba el ambiente.
Ciertamente el cómic aporta pocas novedades con respecto al tomo anterior o a los ya reseñados en la saga de Escape of the living dead, pero al menos se deja leer y creo que agradará en cierta medida a los seguidores de estos seres putrefactos. Tampoco faltarán esos toques gore que tanto gustan a los aficionados al género, los momentos de violencia explícita y ciertos momentazos erótico-festivos con esas hippies correteando por la vida ondeando las tetas sin pudor (es una pena que haya tan buenas costumbres que se pierdan con el paso del tiempo…). Por cierto, la obra se completa con un especial navideño de «relleno paquetil», que curiosamente es el que da la portada al tomo, lo cual me figuro que tendrá su razón de ser por las fechas tan navideñas en las que ha salido a la venta.
Así que tras la lectura de este Night of the living dead vol.2 desconozco hasta qué punto seguirán alargando toda esta saga sucedánea de la peli de Romero, pero en mi humilde opinión creo se trata de unos argumentos que no aportan nada nuevo que no se haya visto cien mil veces en las pelis del género. Aún con todo, cuando salga el próximo seguramente me lo pillaré con sangre fría y sin pestañear, pues así de frikazo soy, qué le voy a hacer…