Muchos de vosotros a veces nos paráis por la calle tocándonos desde lejos con un palo como si tuviéramos la sífilis o algo peor, y nos decís cosas como: «¡Sí bueno, vuestro blog está bien y tal, pero apenas contáis cosas de entresijos y oscuros secretos en torno a los redactores que escribís en él!». Así que el otro día estuvimos meditando mucho al respecto mientras practicábamos el levantamiento de bollos y hemos llegado a la conclusión de que la carnaza vende. Por ello nos hemos propuesto escribir desde hoy una serie de posts en los que iremos dando pequeñas pinceladas de cosas que han permanecido ocultas a oídos de toda la gente que nos conoce y que desvelaremos en rigurosa primicia. Puede que muchos de los trapos sucios que hoy se cuenten aquí impresionen a más de uno y lo dejen medio catatónico o peor que a un boxeador «sonao», pero son extremos a los que alguien puede llegar cuando se es recogido de la basura y criado por una familia de titiriteros (como es mi caso), o si te han usado como cobaya para experimentar con gases tóxicos (como es el caso de Kiko).
Este post de hoy lo voy a dedicar a hablar sobre los trabajos de los que el Kikales ha sido despedido. El primero del que fue botado (y del que hay que decir que lo sacaron a hostias, y con razón), se remonta concretamente a la época en la que este muchacho trabajaba en la DGT como encargado de escribir los letreros de los cartelitos de la M-40. Hay que decir que durante su estancia allí los hostiazos en ese tramo de carretera aumentaron cosa mala. Y encima el tío se quejaba y puso cara de poker cuando lo despidieron.
Tras unos cuantos meses chupando del paro volvió a encontrar otro empleo relacionado con los cartelitos, esta vez en El Corte Inglés (o como solemos llamarlo nosotros: «el corte ingles brasileñas«). El caso es que yo no sé si este tío se lleva una buena comisión por poner carteles gilipollescos, pero esto es una muestra de la manera en la que le gustaba «tunearlos» a su modo para partirse el ojete.
Como es de suponer, después de la que lió aquí estaba ya en el ojo del huracán. Y en lugar de controlarse y comportarse como un tío tranquilo y con clase, no se le ocurrió otra cosa que hacer esto en plenas Navidades. Ni que decir tiene que los suicidios en masa de criajos aumentaron aquel año una barbaridad.
¿Conclusión de sus andanzas como currela en El Corte Inglés?. Pues hombre, no hace falta ser el puto Perry Mason para saber que fue nuevamente despedido (esta vez le pusieron un pañuelo con cloroformo en la «to» boca mientras estaba «descuidao» y lo sacaron de las instalaciones). Así que en su honor levantaron esta placa conmemorativa de «Salida a la puta calle», como homenaje a su despido y a la puerta por la que lo sacaron en hombros (y hecho un trapo) en plan Manolete.
Otra vez en el paro, otra vez a chupar del bote y otra ver a buscar trabajo. Tuvo suerte y le cogieron para currar en el Saturn, en la sección de videojuegos. Traumatizado como estaba en aquella época por el hecho de que se le jodió la Xbox y le salieron las famosas 3 luces rojas porque se le sobrecalentó demasiado, va el tío y no se le ocurrió otra cosa que rabiar a lo bestia y protestar de esta manera tan radical contra Microsoft y su consola que se jode como la tengas muchas horas encendida. Esta vez hasta el mismísimo Bill Gates vino a supervisar su despido (no sin antes usarlo como piñata por semejante mofa, afrenta y escarnio).
Continuará…