El otro día estábamos los muchachos de Vas Tú Listo practicando nuestra sesión matinal de balconing en la piscina que hay justamente debajo de la sede del blog, cuando de pronto (mientras caía de boca contra el agua piscinera) me vino a la cabeza este personaje al cual le quiero dedicar el post de hoy. Así que dejé nuestra competición de a ver quién resiste más planchazos contra el agua desde un séptimo piso y me vine a la redacción a explayarme sobre él. Me imagino que a muchos ni siquiera os sonará, porque es un personaje de una serie de animación que echaban antaño, cuando muchos de vosotros aún babeabais como el perro de Pavlov ante la visión de un potito (aunque bueno, yo a estas alturas lo sigo haciendo). Pero dejémenos de gilipolladas y veamos quién es nuestro personaje molón de hoy…
Y lo primero que hay que decir es que el origen de la Gata Loca proviene de una tira cómica de un periódico, cuyos primeros pasos se remontan al año 1910 (¡qué jovencitos estábamos todos por aquel entonces!). Sobre su argumento, pues básicamente se resume en una gata gilipollas que ama locamente a un ratón llamado Ignacio (casado y con 3 hijos), el cual está hasta el ojete de lo pesada que es y no para de tirarla ladrillos a la cabeza para que lo deje en paz de una puta vez (ladrillazos que ella interpreta como muestras de amor). Por ello, el ratón Ignacio está en permanente conflicto con el oficial Pupp, un perro policía que a su vez está enamorado de la gata, y que encarcela una y otra vez al ratón para proteger a su amada de esos ladrillazos. Como véis, se trata de de un curioso triángulo amoroso formado por personajes de lo más variopinto y peculiares, y que son claro ejemplo de que el amor ciego agilipolla completamente.
A la hora de documentarme para este post me he encontrado una curiosidad que creo que merece la pena comentar. Se basa concretamente en el hecho de que su creador (George Herriman) nunca fue demasiado claro con el sexo de la gata y siempre dejó cierta incertidumbre y ambigüedad sobre ello. Sin embargo, esta indefinición sexual propició que la tira fuera acusada de homosexualidad latente porque si era gata, no existía mayor problema en que el oficial Pupp la amara y que ella, a su vez, amara al ratón; pero si era gato, entonces las cosas ya resultaban muy diferentes. Un gato, en este caso macho, enamorado de un ratón, otro macho de una especie diferente, que además estaba casado, y que la maltrataba tirándola ladrillos a la cabeza (violencia de género) era una combinación demasiado explosiva para el conservadurismo de la época.
Así que supongo que por todo lo comentado estos dibujos han desaparecido completamente de la televisión, porque si resulta que la gata es «chica» se pondría el grito en el cielo por ver a un ratón macho pegándola de hostias con ladrillos en toda la cabeza. Y si resultara que el gato es un poco julandracas se comerían a la cadena que tuviera los santos cojones de emitir la serie por fomentar la violencia contra todo «lo gay». Pero vamos, que la gente que no somos tan rebuscados ni sacamos punta a todo lo que llega a nuestros ojos, solamente vemos en ello unos dibujos entretenidos con unos personajes divertidos, sin necesidad de encontrar malicia ni gilipolleces varias (y es que hay gente con demasiado tiempo libre, creo yo…).