Ya hemos comentado en alguna que otra ocasión que a la muchachada de este blog nos molan los portales. Y no sólo por el hecho de que tengamos la afición gilipollesca de escondernos en ellos para asustar a las niñas o que hagamos aquello de empezar a pulsar todos los botones del telefonillo a la vez para putear a los vecinos, sino también porque somos devotos del famoso videojuego llamado Portal.
Pero lo cierto es que seguramente lo que a muchos de vosotros os habrá llamado bastante la atención de la portada del tomo que nos ocupa en la reseña de hoy es el hecho de haber visto el nombre del gran George R.R. Martin en ella, ese ilustre gordito que tiene encandilado a muchos con su ya mítica saga de Juego de Tronos (o Juego de Tononos, como lo llama un buen coleguilla mío). Supongo que los más radicales pensaréis que lo único que ha maquinado la cabeza este tío en su puta vida ha sido esa obra y el resto del tiempo se lo pasa ahí tocándose bien el huevamen a dos manos. Pues no amiguitos, la mente del bueno de George da bastante más juego, y Portales es un claro ejemplo…
Y es que antes de dar el pelotazo con la antes mencionada Juego de Tronos, este buen mozo hizo sus pinitos en guiones destinados a series para cadenas de tv, los cuales muchos de ellos no llegaron a ver la luz. Pues bien, Portales es uno de ellos. Lo cierto es que en este cómic el aclamado y galardonado escritor George R.R. Martin nos ofrece una historia de ciencia-ficción basada en el guión del episodio piloto de una desechada serie de televisión, para la que ha contado con la ayuda de Stefano Martino. El caso es que tras haber catado el tomo he de decir que es una pena que toda esta historia no llegara a cuajar finalmente como serie en la pequeña pantalla, porque a mí personalmente me ha encandilado.
Su argumento nos pone en el pellejo del doctor Thomas Mason, quien lleva una vida normal, con un trabajo normal y una novia normal. Hasta que una noche, llegada de no se sabe dónde, la misteriosa mujer llamada Gata fue a parar a su sala de emergencias. Perseguida por el gobierno, además de por criaturas provenientes de su propio mundo, Gata enreda a Tom en su lucha por la libertad sin proponérselo, llevándole a Tierras alternativas que él jamás pudo imaginar, ¡y de las que quizás no escape nunca!…
Así leído en frío todo lo expuesto en el párrafo anterior muchos podréis pensar que esto va sobre una lagartona intergaláctica que engatusa a un puto pardillo hasta convertirle en un pelele y hacer de este pobre hombre lo que quiera. Gilipolladas aparte, lo cierto es que el bueno del doctor Thomas Mason es uno de esos personajes altruistas de gran moralidad capaces de mandar a tomar por culo todo su entorno para poder ayudar a alguien que está en apuros (lo cual, en mi humilde parecer, es el principal elemento de ciencia ficción que rezuma esta historia, pues hoy por hoy ya no queda gente asi, no me jodas).
Pero sin lugar a dudas, lo más destacable de todo este «sarao» que plantea el bueno de George es el hecho de que el argumento ofrece un montón de posibilidades, ya que en su huida nuestros protagonistas deberán atravesar una especie de portales con los que Martin aborda el tema de los mundos paralelos y las realidades alternativas. Supongo que si esta historia hubiera cuajado como serie de televisión seguramente cada episodio se habría planteado de una manera en la que Thomas y Gata llegarían a uno de estos mundos paralelos y el espectador se quedaría intrigado por la incertidumbre de saber qué coño se van a encontrar en esa realidad alternativa y cómo van a salir de ella.
El caso es que francamente me alegro de haber podido leer en cómic el guión de lo que iba a ser el episodio piloto de Portales, tal y como lo concibió Martin, pues ya se sabe que a la hora de adaptar algo a la pequeña pantalla se suelen recortar ideas para poder adaptarse así al prespuesto. En cambio, el único límite de «presupuesto» de lo que se refleja en el noveno arte es la imaginación del autor o la calidad del dibujante (y lo cierto es que ni George R.R. Martin ni Stefano Martino adolecen ni de una cosa ni de la otra).
En definitiva, Portales es un tomo que me compré un poco reticente en plan a ver qué coño me cuentan aquí pero que me ha sorprendido muy gratamente. En mi opinión, se trata de un argumento repleto de posibilidades, sobre el que insisto en el hecho de que francamente me habría molado verlo adaptado como serie de televisión en la que poder acompañar a nuestros protagonistas viéndoles pasar todo tipo de apuros en diferentes y peligrosos mundos paralelos con el incentivo añadido de un montón de gente chunga pisándoles los talones. Un cómic con un argumento entretenido, un buen ritmo y personajes con los que uno pronto simpatiza, cuya lectura recomiendo a toda la muchachada…