Para los que no tengan alzheimer y que en su día leyeran la reseña que hice del cómic titulado Lobezno: El fin, recordaréis que en él me referí al hecho de que hace unos años empezaron a proliferar una serie de proyectos dedicados a mostrarnos la última historia de ciertos personajes del universo Marvel. Lo que sí que hay que comentar como nota curiosa es que optaron por los personajes con más mala leche, porque entre los elegidos (aparte del Garras) estaban también Hulk y Punisher. Y es precisamente a este último a quien dedico mi reseña de hoy en la que podría definirse como «la última historia de Frank Castle».
Y quién mejor que el guionista más gamberro del mundo de los cómics (Garth Ennis) para contarnos la última escabechina de un personaje al que conoce tan bien y que tan buenas historias nos ha dejado sobre él en sus diversas etapas a cargo de los guiones. Y si encima todo ello viene encuadrado dentro del sello MAX de Marvel para lectores adultos, pues os podéis hacer una idea de que el cómic no es apto para nenazas ni para gente tikis-mikis. Yo ya pude degustar esta historia cuando fue publicada allá por el año 2004 (creo recordar). Pero como hace unos días volví a leerla, aquí os dejo mi reseña sobre esta relectura.
Decía el gran Frank Miller que los mitos necesitan un final tanto como un principio para arraigarse en el subconsiente colectivo (de ahí su famoso» El regreso del señor de la noche» o lo que hizo también Alan Moore en su historia del Supes titulada «¿Qué le ocurrió al Hombre del mañana»). Y es que en el mundo del cómic pocas veces llegamos a conocer los ultimos días de muchos personajes, pues su comercialización está basada en la continuidad de su aventuras y de ahí que casi nunca veamos un punto y final de las mismas. Pero si muchas editoriales nos cuentan todos esos «Años Uno» sobre el origen de ciertos personajes…, ¿porqué no contarnos el fin de los mismos?.
Pues esto es precisamente lo que veremos en este cómic que nos ocupa, el cual nos sitúa en un mundo post-apocalíptico sin año concreto. Sólo sabemos que Frank esta ya «mu cascao» y con el paso de los años se ha ido haciendo viejo, ha ido perdidendo facultades y al final acabaron «cazándolo» y encerrándolo en el pabellón más recóndito y subterráneo de una cárcel de máxima seguridad. Como es de suponer, meter a Frank en el presidio supuso un decrecimiento paulatino del número de reclusos hasta el punto de que mandar criminales allí se consideró como «alimentar a un tigre enjaulado» (y de ahí ese total aislamiento antes mencionado).
Sin embargo, esa reclusión en ese pabellón alejado del resto de presos le permitió permanecer vivo a la radiación de una nueva guerra mundial que ha dejado al mundo sumido en el caos más absoluto. Frank es sabedor de que la radiación lo está matando poco a poco, pero antes de morir tiene una última misión, la cual esta vez no se centrará en criminales, rateros o narcos de poca monta. Su último azote al mundo del crimen tienen que ser algo grande y oneroso, y qué mejor que dar el «pelotazo final» yendo a por los verdaderos «amos del mundo» (todos esos petroleros, magnates, senadores, millonarios informáticos, étc…), que controlan la sociedad en las sombras y usan a políticos como marionetas para amasar fortunas a costa del empobrecimiento de otros. Además ellos son los que han llevado al mundo a la destrucción, y por eso han de recibir su justo castigo.
Como hipotética historia del personaje fuera de la continuidad no sería de extrañar que los días de Punisher pudieran acabar de esta forma. Sin duda alguna, resulta curioso ver que hasta en sus últimos momentos sigue percibiendo lo peor de la naturaleza humana y buscando el justo castigo correspondiente para aquellos que lo merecen. Y ciertamente en esta historia queda también patente que Frank no estaba tan equivocado, pues esa misma naturaleza humana ha sido la que ha llevado al mundo a su destrucción. A este respecto hay que comentar que la última pagina es un colofón bastante elocuente de todo lo que ha rodeado a Punisher a lo largo de su vida en su cruzada contra los criminales, y qué mejor forma que poner un broche final como este a sus andanzas con la magnífica última viñeta del cómic. Además que el estilo de dibujo tan peculiar de Richard Corben viene de perlas para una historia de estas características, pues contribuye a recrudecer todo ese ambiente de caos y desesperanza que se respira a lo largo de toda la obra. En definitiva, una curiosa historia que nos muestra un final que era de esperar para un personaje tan atormentado y lleno de odio como es el bueno de Frank Castle (un tío que realmente sabe hacer honor al término de “morir matando”).