Todos los fans de Punisher ardíamos en deseos de que este mes saliera la nueva serie de este personaje especialmente recomendada para lectores adultos, pues ya se sabe que todo lo que se encuadra dentro del sello MAX de Marvel suele tener mucha mala baba. Y es que desde hace bastante tiempo muchos hemos llorado la marcha de Garth Ennis de esta colección, y todos esperábamos que el nuevo guionista de la serie (Jason Aaron) llenara ese vacío. Además este mozo viene avalado por las buenas críticas de su serie titulada Scalped, de la cual tengo una cuenta pendiente de hacerme con ella y degustarla como se merece.
Junto al bueno de Jason Aaron tenemos en esta nueva andadura a un viejo conocido como es Steve Dillon a cargo del dibujo, cuyo estilo es bastante reconocible para todos los fans de este mundillo. En mi opinión, creo que no ha sido mala elección la de este dibujante para esta nueva etapa, porque leyendo este tomo es inevitable no acordarse de aquella mítica saga titulada Queridos Vecinos, con la que la dupla Ennis/Dillon me maravillaron hace unos cuantos años en aquella maxiserie de 12 números, y con la que muchos nos reencontramos con este personaje.
Pasando ya a comentar este tomo que nos ocupa, lo primero que hay que decir es que se trata de un claro ejemplo de que Punisher encaja mejor fuera del ambiente superheroico, donde puede desenvolverse a sus anchas y explayarse a gusto contra criminales normales y darles su justo castigo. Otra cosa que hay que tener en cuenta antes de adentrarse en su lectura es que se trata de un Punisher alejado de la continuidad, pues lo que aquí vamos a leer es una historia que recrea a su modo y a su libre albedrío el origen de Kingpin y la ascención al poder de este personaje.
El argumento arranca con una reunión de los jefazos de las diferentes familias de mafiosos de la ciudad con la intención de elaborar una solución definitiva para acabar con Punisher antes de que él acabe con todos ellos (curiosamente se puede observar el detalle de que mencionan a personajes de la etapa anterior tales como Nicky Cavella o Barracuda, a los que se refieren como unos verdaderos cabronazos muy duros que fracasaron rotundamente en su intento de acabar con el bueno de Frank Castle). Curioso resulta también en esta parte el comentario de uno de estos mafiosos en el que dice algo como «Me cargaría a mi puta madre por tener una sola oportunidad de matar a Punisher«, con lo cual se nos deja clara la obsesión que supone este personaje para todos ellos.
El caso es que uno de estos mafiosos plantea un urdido plan que podría definirse como «el mito de Kingpin», en el sentido de crear una especie de jefe supremo que dirija a todas las familias y que sirva de pantalla de humo, para que mientras Punisher se dedica a buscar a ese supuesto “Kingpin” ellos podrán seguir con sus negocietes. Para ello le encomiendan el trabajo a Wilson Fisk, un tipo que trabaja de guardaespaldas para uno de esos jefes y que tiene una mala leche del copón.
Y sin duda alguna, es en este personaje donde recae el grueso del hilo principal de la historia, pues a lo largo de las páginas del tomo veremos a Fisk construyendo los cimientos de ese mito, pero de una forma tan maquiavélica con la que poco a poco iremos descubriendo cómo este personaje parece que tiene sus propios planes alrededor de toda esta estrategia. Y es que el Wilson Fisk que aquí se nos muestra es casi peor que el que estamos acostumbrados a ver en su versión tradicional. El guionista nos hace todo un retrato muy crudo de lo que ha sido la vida de este personaje, con esa infancia tan traumática, y su posterior estancia en la cárcel, donde se endureció y se convirtió en un menda muy chungo. Para ello se recurre a numerosos flashbacks intercalados a lo largo de la historia, que contribuyen a darnos un mejor entendimiento de cómo ha llegado a convertirse en el cabronazo que es.
Y por si la aparición de un tipo duro como Fisk fuera poco, tendremos oportunidad de ver en acción a otro personaje muy bruto que no tiene nada que envidiar a Barracuda o al Ruso, que sirve para mostrarnos otro de esos bestiales enfrentamientos a hostia limpia contra Punisher, y con el que una vez más se nos vuelve a dejar muy clarito hasta dónde llega el instinto de superviviencia de este tío y la de barrabasadas que puede aguantar el muy borrico.
Ciertamente la sombra de Garth Ennis es alargada, pero creo que esta nueva etapa con este nuevo equipo creativo puede dejarnos grandes tardes de gloria. Como veremos, se va a continuar esa línea de cómic en el que la violencia explícita está muy presente y donde la sangre y las bestialidades a tutiplén estarán a la orden del día. Y por supuesto también contaremos con las sempiternas notas mentales de nuestro protagonista, una impronta que nunca debe faltar en cualquier cómic protagonizado por el bueno de Frank que se precie. Así que muchachada, me despido ya diciendo que a mí por lo menos este tomo me ha dejado con ganas de leer más.