Ya es oficial: el bueno de Jason Aaron se sale. Mira que he leído pocas cosas de este tío, pero todo lo que va cayendo en mis suaves manitas guionizado por este menda me deja un gran sabor de boca, pardiez. Y es que esta visión suya que nos hace sobre Punisher me recuerda bastante a la etapa de la dupla Ennis/Dillon que tanto me engatusó hace unos años, hasta el punto de ser la serie regular que más esperaba cada mes. Hay que reconocer que el bueno de Aaron deja aquí muchas reminicencias del estilo de Garth Ennis, mientras que Steve Dillon cumple como siempre (a pesar de que haga ahí a «to» dios con el mismo jeto).
El caso es que si el anterior tomo de esta nueva etapa me dejó una buena impresión, sobre todo por esa peculiar visión que nos ofrece Jason Aaron sobre Punisher y Kingpin, en esta nueva entrega vuelve a sorprendernos bastante gratamente y nos dejará otra magnífica perla con el retrato que nos hace sobre otro de los grandes enemigos de Frank Castle: el puto psicópata conocido como Bullseye.
Y es que verdaderamente esta colección del sello MAX me parece el cómic ideal para todo aquel que quiera adentrarse en las aventuras de Punisher pasándose por el forramen ese lastre que a muchos les tira hacia atrás demasiadas veces: la maldita continuidad. Pero sin duda alguna, lo más importante de esta revisión que nos hace Jason Aaron del personaje es que siendo más de lo mismo (Punisher matando malos a lo Arteche), lo hace de una manera chula con la que le da nuevos bríos y lo hace de nuevo interesante.
Pero si hay algo reseñable en este tomo que nos ocupa, se trata del hecho de que el verdadero protagonista de él es Bullseye, un asesino cabrón frío como el acero (en este tomo más que nunca). En esta visión que nos muestra Aaron no le veremos como el experto tirador con una puntería acojonante, sino que se centra más bien en su faceta de maniaco, sociópata y asesino empedernido.
Resulta inquietante ver cómo actúa, cómo trabaja y cómo se mete en la piel de su víctima tratando de pensar como él y conocer sus motivaciones antes de asesinarlo. En este caso su objetivo será Frank Castle, pero claro para meterte en la cabeza de Punisher y pensar como él hay que estar también «mu» loco. De todas formas, a lo largo de la lectura dan casi escalofríos por el hecho de ver hasta qué extremos llega Bullseye en su preparación para conocer a su enemigo y las atrocidades de las que es capaz el tío.
Por cierto, otro detalle que resulta curioso de leer en el Punisher de Aaron radica en el hecho de cómo retrata a nuestro protagonista de una manera en la que a través de sus sempiternas notas mentales podemos comprobar que los años le han pasando factura, y sobre todo por la forma en la que tendrá que cruzar algunas líneas que no había sobrepasado antes (como por ejemplo en lo que se refiere a su relación con la poli y cómo cambia todo ese concepto a raíz de un affaire con un poli corrupto).
En definitiva, se trata de un tomo interesante por ese trío formado por Punisher-Kingpin-Bullseye, y con esa visión de todos ellos que nos ofrece Aaron, que te deja con ganas de más. Los mismos personajes de siempre pero con un enfoque que los revitaliza y los hace interesantes de nuevo. A mí por lo menos ha vuelto a suscitarme las ganas de estar ansioso por leer el tomo siguiente.