Ciertamente con el visionado de este film le eché un valor y una osadía por la que deberían levantarme una estatua en mi barrio o algo así, pues su director es nada más y nada menos que Uwe «pelis pufo» Boll. Me imagino que a casi todos os sonará el nombre de este joyón, responsable de truñacos muy serios tales como Alone in the dark, House of the dead, Postal, Bloodrayne o Far cry (yo no sé cómo le siguen dejando adaptar videojuegos al cine).
Supongo también que casi todos recordaréis aquella película de principios de la década de los 90 titulada Un día de furia en la que al protagonista de la misma se le cruzaban los cables a lo bestia y hacía gala de un comportamiento muy violento con cualquiera que se cruzara en su camino. Pues bien, Rampage es algo parecido pero más acorde a estos tiempos que corren hoy en día, pues aquí el protagonista es un joven de 23 años que un buena tarde decide salir a la calle ataviado con una armadura de Kevlar con la intención de hacer una escabechina allá por donde pase y dejar seco a todo aquel que tenga la mala suerte de ponerse en su punto de mira.
Ciertamente así contado puede resultar una auténtica paranoia para cualquier persona coherente el hecho de que alguien pueda realizar algo como la que lía este chaval en las calles de su ciudad, pero es justamente ahí cuando a uno le vienen a la cabeza las noticias que acontecen de vez en cuando en algunos institutos de ciertos lugares del mundo (todos sabemos dónde especialmente) en los que a un alumno se le va la olla y se lía a tiros con los compañeros. Es precisamente con esta reflexión cuando uno se da cuenta de que el grado de locura que está viendo en este film no es tan descabellado que pueda ocurrir en la realidad y que ninguno estamos exentos de ir paseando un día tranquilamente por la calle y que te deje seco de un disparo un energumeno como el de este film. Y es por esta moraleja que nos deja la película (que realmente causa sudores fríos), por lo que no me ha parecido tan mala ni tan «paranoiesca» siendo fruto de la mente de un pufo de tío como es Uwe Boll.
A acrecentar esta sensación de que la ficción de esta película no está tan alejada de la realidad en la que vivimos contribuye el hecho de que las escenas chungas (por así llamarlas) están rodadas bajo el recurso al que yo personalmente suelo referirme como «cámara novato» (ya sabéis, esas escenas en las que la cámara no se queda quieta y se mueve hacia todos los lados), y que en este film concretamente queda de perlas al dotarlo de un estilo documental que aumenta la sensación de realismo sobre lo que estamos presenciando.
Pero sin duda alguna, el hecho más curioso del film radica en el retrato que se nos muestra sobre su protagonista, pues dentro de su estado de locura, realmente él está convencido de que lo que está haciendo es por el bien de la humanidad, pues considera que ya hay demasiada gente en el mundo y hay que limpiarlo, de ahí su modo tan personal de controlar la masificación de población. Ciertamente su comportamiento asusta por la serenidad y la frialdad de sus actos, pero sobre todo da más miedo por el grado de «cordura» del que hace gala en todo momento al darnos cuenta de que todas sus acciones se ciñen a un urdido plan pensado hasta el último detalle que tiene por fin un curioso objetivo.
En definitiva, que para ser un film proveniente del rey de las pelis chungas, personalmente no me ha parecido tan mala como me esperaba en un principio. Realmente es un duro retrato sobre algo que es perfectamente factible que pueda acontecer en este mundo de locos en el que vivimos, y sobre todo le hace a uno reflexionar sobre la banalidad de la vida y lo efímero que puede ser todo, ya que ninguno estamos exentos de poder ser enviados al otro barrio por culpa de individuos así mientras paseamos tan tranquilamente por la calle. Eso sí, esperemos que no sirva de fuente de inspiración para algún futurible «tarao» que se deje llevar por las motivaciones de las que hace gala el protagonista de este film y luego cuando le capturen diga que Rampage le hizo ver la luz (porque «piraos» de la vida hay muchos por ahí sueltos).