A pesar de que los muchachos de este blog tenemos fama de mirar únicamente tetas y culos en la red, hemos de decir que no es del todo cierto, joe. De vez en cuando gente de nuestro entorno nos pegan un par de hostias para que nos comportemos como seres civilizados. Es justamente en esos ratos cuando aprovechamos a usar internet para cosas decentes. Así que durante esos días, en lugar de mirar el catálogo de Victoria’s Secret aprovechamos para mirar catálogos comiqueros. El caso es que echando un vistazo a las novedades de la editorial Planeta DeAgostini para el mes de septiembre hemos podido comprobar que está anunciada una reedición muy inquietante: la etapa de Sam & Twitch del guionista Brian Michael Bendis.
Y es que se trata de dos entrañables personajes que aunque comenzaron como secundarios en la serie de Spawn, poco a poco se fueron ganando la simpatía de los lectores y empezaron a protagonizar su serie propia. La verdad es que he de reconocer que cuando se empezó a publicar este colección en nuestro país a principios de la década pasada a mí me enganchó completamente con esos oscuros guiones de Bendis y ese magnífico arte de Ángel Medina (el dibujante perfecto para una serie tan tétrica como esta). Lo que más llama la atención de ella son sus dos personajes protagonistas, unos tipos de lo más peculiar y antagónico. Por un lado tenemos al bueno de Sam, un gordo fanfarrón y bocazas, con poco cerebro, bastante irascible y especialista en sacar confesiones a base de hostias. En cuanto a Twitch podría definírsele como un esmirriado cuarentón, inteligente y frío como un témpano.
Juntos deberán enfrentarse a los casos más extraños habidos y por haber, rodeados de unos compañeros que les tienen en el punto de mira y con unos jefes que están esperando el más mínimo fallo para ponerles de patitas en la calle. El primer arco argumental con el que se abre la serie (Udaku) me enganchó desde el primer número con toda esa trama en la que ambos se meterán de lleno en un caso en el que poco a poco van muriendo todos los miembros de la banda criminal que domina la ciudad, asesinados por una misma persona que deja en la escena del crimen cuatro dedos pulgares exactamente iguales.