El detective Franck Sangaré, acompañado de su ayudante, la extraña Sra. Dombra, llega a Saint-Elme, un pequeño pueblo de montaña famoso por su agua de manantial. Están tras la pista de un fugitivo que lleva tres meses desaparecido: una investigación aparentemente fácil, excepto por el hecho de que en Saint-Elme todo es especial. En este primer integral de Saint-Elme se agrupan los dos primeros álbumes de los cinco de los que va a constar la serie que en 2022 formó parte de la selección oficial en el Festival de Cómic de Angoulême.
En esta obra, Lehman y Peeters nos proponen una historia de género negro que da una vuelta de tuerca a los tropos del género y los mezcla con elementos de fantasía weird, lo que inevitablemente nos recuerda a los mundos oníricos oscuros de mi gran admirado David Lynch (Twin Peaks mayormente).
La dupla de autores nos presenta unos sucesos asentados en el más puro noir, pero entremezclado con algunos aspectos más desconcertantes, pero siempre se trata de detalles muy controlados por los autores para no terminar por sacar a los lectores de la historia. Todo ello conlleva a que te enganches mucho más, pasando las páginas con un ansia devoradora para descubrir nuevas sorpresas en cada nueva página.
Descubriremos en este primer tomo un magnético elenco, recordando a los de la citada Twin Peaks, que van apareciendo en el momento justo y se van turnando en las diferentes subtramas; se nota un ritmo muy medido en el tempo narrativo que hace que el interés no decaiga en ningún momento, acelerando y desacelerando las acciones pertinentes para que la tensión siempre vaya en aumento.
Si por algo sobresale este primer tomo al abrirlo por cualquiera de sus páginas es el hercúleo trabajo de un Peeters totalmente desatado, demostrando un dominio del color y el ritmo de la narración al alcance de muy pocos autores actuales.
Como ejemplo gráfico de lo que comento estaría la prodigiosa e intensa escena que abre la obra: toda una clase maestra de narración gráfica que utiliza diferentes planos y encuadres, y por encima de todo, una paleta cromática que refleja a la perfección las distintas atmósferas, estados de ánimo y destacando para la ocasión algunos elementos que se tornan claves para la narración.
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un contraste de colores de estas características, ya que el dibujante suizo satura mucho para realzar algunas escenas concretas, mientras que en otras opta por unos tomos mucho más naturales, un juego que funciona realmente bien y que hace del dibujo algo realmente inmejorable. Definitivamente, este primer integral de Saint-Elme es una de las lecturas más gratificantes de lo que llevamos de año; Lo peor: La espera hasta la continuación/conclusión de la historia.
Por Francisco José Arcos Serrano