Las pocas chavalas que frecuentan este humilde blog y los chicos que apuntaran maneras sarasas desde jovenzuelos seguramente recordarán a las «Nancys», aquellas curiosas muñecajas que tenían unos pelacos que parecía que les había hecho un injerto capilar un mongolo con Parkinson. Pero no amiguitos, la Nancy a la que nos referimos hoy no tiene nada que ver con esas muñecas de antaño ni con tías chonis (a pesar de ese nombre) sino con cierta novedad comiquera que ha sacado a la venta Aleta Ediciones.
Lo cierto es que a veces los frikis impresionables nos dejamos llevar por las portadas como esta, en las que sale una pedazo de jacaza con una motosierra a lo Bruce Campbell, demonios por doquier y pantalones vaqueros rotos que insinúan culazos que ni el de tu vecina. Y como uno no es de piedra pómez decidí dar una oportunidad a esta curiosísima secuela sin haber leído el tomo anterior (pero vamos que tampoco había demasiado que saber). Y es que este es uno de esos cómics en los que el argumento te la suda y en el que lo único que esperas es ver frikadas con rubias y demonios descuartizados al ritmo de una motosierra…