Al igual que la inmensa mayoría de nuestros lectores yo también tuve una preciosa tortuga en mis tiempos mozos que se llamaba Cuqui. Tenía un bonito acuario para ella sola con mucha agua para refrescarse el gaznate y con una palmera para que se sintiera como en las islas Bahamas. Pero un buen día saqué a mi queridísima Cuqui a pasear por la terracita y la muy gilipollas se cayó desde un cuarto piso abajo. Nunca más volví a saber de ella, así que qué menos que ir a ver esta película para preservar su memoria.
Por cierto, me gustaría aprovechar esta cojonudísima oportunidad que se me brinda para informar a todos los poseedores de un flamente quelonio que siempre que toquéis a vuestra querida tortuguita os lavéis bien las manitas después, porque sino os puede transmitir una pedazo de salmonelosis de tres pares de cojones. Y bueno, ahora que caigo, Megan Fox se pasa toda la cinta tocando tortugas y ni una sola vez la vemos lavándose las zarpas. Sea como fuere, por fin hemos visto este film que llevábamos tiempo esperando, y aunque muchos dijeran que a estas alturas no hacía falta una nueva peli de las Tortugas Ninja a mí me ha molado…