La primera vez que me enteré de la existencia de una película que llevaba por título La casa de los huesos pensé que esto trataría sobre un grupo de chavalitas de esas que desfilan en la pasarela Cibeles que se van a compartir piso todas juntas. El caso es que luego vi la carátula del film, con el tío ese que no tiene nada que envidiarme a mí recién «levantao», y como soy un menda un poco flipable y me dejo impresionar por cualquier carátula gilipollesca pues me decidí a dar una oportunidad a esta película.
Así que a partir de ahora he decidido contratar los servicios de alguna persona coherente que supervise esos arrebatos que me dan, porque creo que lo único que estoy consiguiendo viendo estos movidotes es quitarme años de vida ahí a sangre fría. Y es que mira que hay pelis malas, pelis pufo, pelis mierdosas y pelis peores que un patadón en los huevos a mala leche, pero es que el film que nos ocupa en la reseña de hoy es más raro que ver a un gitano haciendo la declaración de la renta, no me jodas…