Iba yo el otro día andando por la calle así muy chulín… Bueno, a este respecto y antes de continuar diré que andando por la calle voy con una chulería tal, que la gente hasta sin conocerme de nada me saludan y me dicen: «¡Hey, hasta luego chulo». A lo que yo les respondo: «¡Hey figura, adióssss!». Es lo que tiene andar con chulería, que te puedes permitir estas licencias. El caso es que iba yo de camino a casa, y de pronto veo sentados en los bancos del barrio a un grupo de chavalitos cantando la canción de «La picadura de la cobra gay». Claro, mi primera reacción fue pensar: «¡Joder estos chavalitos de hoy día están gilipollas, no me jodas!». Pero oye, que fue llegar a casa, sentarme en el sofá y empezar a notar que en mi mente resonaba esa curiosa tonadilla.
Perrillos que esperan
A nadie le gusta que le hagan esperar. Yo personalmente tengo un colega que siempre llega tarde, y aún no se me ha olvidado cierto día en el que quedé con este muchacho, el tío llegaba ya con media de retraso y encima venía mirando escaparates («pa» hostiarlo, vamos). Si a las personas no nos gusta que nos hagan esperar, a los perrillos tampoco. Supongo que todo os habréis fijado en esos pobres animalillos atados cual jaco a la puerta de un Salón del Far West, ahí esperando mientras el dueño se pone ciego a pimplar cilindrines en la tasca. ¡Qué pena da el ver a esos pobres perros ahí pasando frío!. Actitudes perrunas ante una situación así hay para todos los gustos, pues podemos encontrar a los que se ponen a ladrar como posesos en plan «sal ya de ahí borrachuzo y desátame por tus muertos», o los que están ahí inquietos moviéndose desesperados de un lado para otro dentro del perímetro que les permite la correa. Pero en Vas Tú Listo hoy queremos profundizar en estos comportamientos perrunos y os traemos una nueva forma de esperar de la que hacen gala ciertos cánidos.