Sí bueno, para injusticia supina la de las lagartas esas que van buscando enganchar a un pobre pardillo al que sacarle los cuartos, la casa, el coche, el reloj de oro del abuelo y la pulsera de diamantes de la abuela. Pero hoy no queremos hablar de lagartonas de esas que te aperruchan en menos de lo que canta el gallo kiriko, sino sobre un tomo de DC comics que he leído muy recientemente y del que he de reconocer que siendo marvelómano hasta el ojete me ha encandilado cosa mala.
No sé si os he dicho que uno de mis buenos propósitos de este año (a parte de dejar de esnifar pegamento) es el de tratar de leer más cosillas de DC. Sí, yo soy uno de esos que de esta editorial ha leído las cosas básicas de Batman o de Superman y alguna que otra cosilla más por el qué dirán. Así que este añazo me he propuesto paliar un poco esta mofa, afrenta y escarnio tratando de aumentar mi cultura comiquera y sobre todo para que cuando la gente me vea por la calle no me señalen ni me digan cosas como que por ahí va el cacho gilipollas ese que no lee DC. Y mi primera elección para cumplir este buen propósito ha sido embarcarme en la lectura de una saga de la que siempre ha escuchado buenas palabras: Injustice.