El que esté más puestecillo en el bonito mundo de las Olimpiadas que en el de los cómics, al leer eso de Thunderbolts se pensará que hoy vamos a hablar de Usain Bolt o de gente de ese jaez que se pegan unas «pechás» inmensas a correr cual jovenzuelo que sale pitando a una velocidad endiablada con la que el fllequillo casi se le pone en la nuca cuando su novia le dice que está embarazada. Pero no amiguitos, los Thunderbolts a los que nos referimos en esta reseña no tienen nada que ver con gilipolladas de este jaez, sino con el grupo de anti-héroes creado allá por 1997 por el gran Kurt Busiek.
Y es que en sus orígenes los Thunderbolts estaban compuestos por un grupo de villanos que se hacían pasar por superhéroes con la intención de ganarse la confianza de la gente y de las autoridades para en el momento más inesparado aprovechar esa coyuntura y controlar el mundo. El caso es que algunos de estos malotes le pillaron el gustillo a eso de hacer de héroes y a lo de sentirse valorados y apreciados por la gente, motivo por el cual vieron en ello una oportunidad de redención…