Hasta hace bien poquito había una conocida mía que pensaba que los Transformers eran los maromazos esos que se maquillan, se visten ahí de pibitas y se cambian el nombre por el de Bibiana. Y la capacidad para hacer de «transformers» de algunos es de tal nivel que a veces más de un pobre pardillo se ha venido arriba pensando que ha ligado con el pibón de su vida y al final resulta que acaba la noche en su casa desinfectándose la mano con lejía y amoniaco tras haber encontrado la «gran sorpresa»…
El caso es que este pasado fin de semana los frikis del mundo hemos acudido a nuestra sala de cine más cercana para ver esta última entrega de la saga de Michael Bay. Y cuando uno va a visionar una peli de este menda lo hace con la intención de presenciar un despliegue de efectos especiales y unos momentazos que te dejen con los ojos casi haciendo chiribitas. Y ciertamente esta cuarta parte mantiene ese nivel de espectacularidad tan característico, con un tramo final de película en el que la acción a raudales y sin descanso le sale a uno ya hasta por el ojete…