Ponerse en la piel del malo de turno es vivir otro tipo de sensaciones. Viajar al interior de la mente del asesino tiene sus riesgos. Comprender los trastornos que produce el propio caos en el cerebro de una máquina de matar y el poder desatado de unos semidioses nos conduce hacia lugares oscuros donde la vida del ser humano no tiene valor alguno y los cosechadores de sangre recorren los senderos repartiendo muerte. Hace unos pocos días estábamos hablando del libro “Cazador de Almas”, y ya por entonces dije que no tardaría en comentar la 2ª parte.
Ese día ha llegado y Aaron Dembski-Bowden ha vuelto a engancharme en esa lectura emocionante. Durante toda ella me sentí muy cómodo, pues “El Cosechador de Sangre” me ha parecido una novela de piratas. Esa sensación me acompañó a lo largo de todo el libro, entre abordajes, ataques a fortines y reparaciones de última hora en lugares que parecían La Isla Tortuga, un bastión de piratas. Era como leer El Corsario Negro de Emilio Salgari (salvando las diferencias, por supuesto).