El menda ese que reparte los periódicos a la entrada de la Renfe siempre me mira arrugando el hocico porque nunca se lo cojo. Sin embargo, cuando voy en el tren y el pibe de al lado mío va leyéndolo, siempre tuerzo los ojines con disimulo (como el que mira un tetamen) para echar un vistazo a las noticias mientras pienso: «Pero pedazo de gilipollas, haber cogido tú uno, que es de gratis». Sea como fuere, hace unos días mientras jipiaba el 20 Minutos del pasajero de al lado vi una noticia que me puso más triste que una lesbiana manca y sin lengua.