Hace unos días me dispuse a ver un clasicazo de película que no había tenido el gusto de visualizar nunca: Están Vivos. De hecho, ni siquiera sabía de qué iba, sólo había visto la carátula alguna vez y tenía pinta de película de serie B de los 80 que te cagas. Se lo comenté al Sr Grifter y me dijo: anda coño, esa es la peli del Roddy Piper, que se encuentra unas gafas y ve extraterrestres. No hizo falta que dijera nada más, salí corriendo dejándole a medias con lo que me estuviera contando. Corrí y corrí, salté setos, esquivé ancianas con taka-takas, atravesé un cristal irrompible y a prueba de balas que estaban transportando unos tíos e incluso tuve que hacer un mortal con tirabuzón para esquivar a una horda de quinceañeras que me reconocieron (es lo que tiene colgar tu foto en tu propio blog).
Toda esta morralla para llegar a casa, prepararme unas palomitas, y disponerme a verme tal obra de arte. ¿Qué exagero? Puede que sí.