Es duro cuando un colega te crea ilusiones y altas expectativas diciéndote que la película que te tiene preparada para vuestra reunión friki de esa tarde va a ser la puta repolla en vinagretas y al final acaba poniéndote una puta mierda mucho más grande que Justin Bieber y el jodido Reggaeton juntos. De todas formas he de confesar que yo personalmente ardía en deseos de tragarme esta película, pues desde que vi su curioso trailer me quedé más inquieto que un gitano en la sección de chandals del Carrefour. Pero hay ciertas cosas cuyas apariencias engañan más que una puta tailandesa, e Iron Sky es una de ellas.
Pero claro, a la hora de documentarme para hacer esta reseña me acabo de pispar que se trata de una producción finlandés-alemana-australiana y es muy normal que de todo ese «sarao» no puediera salir nada bueno. Por cierto, acabo de leer la acojonante noticia de que hay planes para una precuela y una secuela de este film, con lo cual me replanteo una vez más el hecho de que si hubiera un dios bueno y justo no permitiría que se invirtiera dinero en estas putas paranoias.