A los que nos apasiona el mundo de los videojuegos celebramos que salgan títulos que nos sorprendan y demuestren un poco de frescura en un catálogo sobrecargado por clones de Call Of Duty y juegos deportivos. Por ello, cuando empecé a jugar a Bioshock en mi recién adquirida XBOX360 (por aquella época no tenía un PC potente, que si no lo habría jugado en él) rápidamente se convirtió en uno de esos juegos que te dejan marcado y que hacen resurgir la esperanza de que todavía hay gente interesada en contar buenas historias. Una ambientación sobrecogedora y una historia que nos deja con el culo torcido hicieron de Bioshock un claro ejemplo de que algunas desarrolladoras como Irrational Games pueden innovar y sorprender todavía en el mundo de los videojuegos.
Ni corto ni perezoso, y dado que ya se ha anunciado la tercera entrega de la saga (por desgracia retrasada hasta el año que viene hace poquito), me dispuse a volver a la ciudad de Rapture y enfrentarme a sus peligros jugando a unos de esos juegos que tengo esperando pacientemente en la estantería: Bioshock 2. Lo tenía guardado desde hace mucho tiempo, con algo de miedo por si me iba a aguar el buen sabor de boca que me dejó su primera parte debido al cambio de desarrolladora (esta vez se encargó 2K Marin), pero parece que hicieron un buen trabajo.