Eso de asalto al poder es lo que les molaría hacer a un montón de indignados y perroflautas, entrando a la Moncloa y empezando a repartir unas cuantas ostias entre políticos calvorotas, gordacos, barbazas y tías locas. Incluso más de uno achucharían a los perrillos esos que llevan para que se lanzaran a los huevos a morder con mala leche y ensañándose a lo bestia. La verdad es que si hicieran un film sobre asalto al poder aquí en España yo me lo imagino de esta manera y dirigido seguramente por Álex de la Iglesia.
Pero el Asalto al poder al que nos referimos en esta reseña es referente al film recientemente estrenado en cines y que está dirigido por el bueno de Roland Emmerich (al que conoceréis ya por películas tales como 2012, El Día de Mañana e Independence Day, entre otras). Y suponemos que tras este último título este tío debió de cogerle el gustillo a eso de reventar ahí por los aires la Casa Blanca, porque en Asalto al Poder vuelve a liar una escabechina muy seria en este bonito edificio, que seguramente hará llorar a los americanazos más patrioteros con unos mocarracos y unos lagrimonacos del copón.