Historias sobre muertes célebres y famosas ha habido muchas a lo largo de los años, como por ejemplo lo fueron en su día la muerte de Chanquete, las no sé cuantas muertes de Krilin o la muerte del gili aquel que cascó por masturbarse 42 veces seguidas el tío loco. Pero ninguna de ellas (bueno quizás la de Chanquete) es digna de comparación a la de Jean Dewolff, aquella buena moza coleguita de nuestro trepamuros preferido, a la que dejaron requetetiesa de un brutal escopetazo en esta historia a la que muchos lectores veteranos consideran como una de las mejores del personaje.
Su guionista, Peter David, es conocido por cualquier personita metida en el mundillo, aunque hay que decir que cuando escribió esta historia era un mindundi al que sólo le conocían en su casa. Lo cierto es que aquí el tío ya empezaba a despuntar maneras y a hacer gala de un gran talento marcándose un argumento que permanece en la retina de todo aquel que lo ha leído. Y como nunca está de más volver a echar un vistazo a viejas historias de antaño para recordar ese sabor añejo, hace poco decidí releer La muerte de Jean Dewolff…