Hay muchas veces en las que uno está más aburrido que el guardaespaldas de Bruce Lee y es cuando el echar la tarde viendo alguna peliculilla puede resultar una buena opción. Eso sí, siempre y cuando la película no sea una puta mierda «pinchá» en un palo, tal y como me resultó a mí este film que reseño hoy, pues francamente ahora me arrepiento plenamente de no haberme ido aquella tarde al campo a coger setas o comprarme un bajo eléctrico e irme por ahí a tomar por culo a tocar música con unos chavales.
Dicen que quien tuvo retuvo, y yo personalmente creo que con los años retengo esa puta manía gilipollesca de dejarme impresionar por una carátula chula y un título resultón. Tontaco de mí pensé que una película titulada «Mis apetitosos vecinos» podría resultar cojonuda. Además, ¿quién no ha soñado alguna vez con zamparse a su vecina? (aunque no precisamente en el sentido de los zombies chungos de esta peli). Pues nada oye, que me dejé engañar como un imbeciloide…