Tener una Xbox y no haberse viciado a alguna de los entregas anteriores de la saga Gears of war es algo más o menos comparable al hecho de tener como novieta a una playmate y que no te deje magrearla ni las tetas (cuánto material desaprovechado, por dios). Hace ya unos años el nunca bien ponderado Kiko se compró esa consola por la primera parte de este juego. Luego el tío cogió, me vició a mí y me compré la Xbox también por ese juego. Así que con esta reseña esperamos hacer ver la luz a quien aún no haya catado ningún título de la saga (que no creo que sean muchos los insensatos) y que lo prueben cuanto antes como el que degusta un buen porro en las sobremesas de Antena3.
Y es que para cualquier fan de la mítica saga de Epic Games es herejía pronunciar el nombre de Marcus Fenix sin haberse lavado la boca previamente. Bien es cierto que a muchos nos dan ganas de ponernos una bandana en la cabeza y salir a la calle con cara de mala hostia en honor a este tío. Así que sin más dilación voy ya con la reseña para explicar el porqué de mi devoción por Gears of war.