La verdad es que esto de las tardes frikis de los lunes es algo que se nos está yendo de las manos. Vale que seamos unos putos ansias de mierda y nos liemos ahí a zampar Doritos y Ruffles cual guarra de peli porno que se zampa los rabos «doblaos». Vale también que nuestra habilidad para jugar al Fifa sea equiparable a la de dos mongolos tratando de hacer un sudoku. Pero lo que no tiene nombre es el film que me hizo ayer tragarme el nunca bien ponderado Kiko, en lo que yo considero un atentado contra mi bienestar y un intento en toda regla de atrofiarme las pocas neuronas que me queden con el fin de dejarme más gilipollas de lo que estoy ya.
Y es que cuando este muchacho me dijo el título de la película elegida para el visionado de la tarde friki de ayer, yo no pude menos que acordarme de la famosa clínica en la que parieron las infantas y por un instante incluso llegué a pensar que me iba a poner los mejores momentos del parto de Felipe Juan Froilán de Todos los Santos. Sin embargo, tras ver el film, casi que hubiera preferido ver esto que semejante peli, porque madre mía…