Desde hace mucho tiempo la humilde muchachada de este blog pensamos que el género de terror está más de capa caída que el rabazo de un actor porno tras un duro día de rodaje. Es por ello que cada vez que nos enteramos de la salida de alguna película de mieditis solemos ponernos nerviosos e inquietos a la espera de que nos vuelva a hacer recuperar la ilusión en ese bonito género con el que nos hemos criado viendo pelis chungas desde que éramos unos mierdecillas.
Y sí, hemos de reconocer en rigurosa primicia que con este film teníamos puestas bastantes esperanzas en que la cosa iba a prometer más que mi vecina del Bajo B dentro de un par de añitos. Pero suelo pasar que cuando uno pone muchas ilusiones en algo al final sueles llevarte una ostia mayor que la de un flipao de aquí del barrio haciendo el gilipollas con el monopatín para impresionar a un grupo de chavalitas. Y es que si tenías pensado acudir al cine a dejarte los cuartos en este film más vale que los ahorres para gastártelos en fulanas, porros o pilulas, porque la peli es mala no, lo siguiente…