Llegó el lunes 7 de enero de 2013. Me desperté con una extraña sensación. No sé, algo desasosegado podríamos decir. Inquieto quizás. Notaba que algo raro pasaba. No era como los demás días. Miré a un lado y a otro, extrañado, tratando de percibir qué notaba distinto. Todo parecía estar en orden, pero no, algo seguía sin encajar. Empecé a hacer memoria y de repente me vino un fogonazo: ¡ese día había sido invitado a un lunes molón con mis amigos de Vas tú listo. Eso era. Nervioso, excitado, la emoción me comenzó a embargar. Empecé a saltar por la casa y a gritarlo por las ventanas. No cabía en mí de alegría y me comenzaron a saltar las lágrimas.
En fin, ya podéis imaginar. Pasé el día lo mejor que pude, dado mi estado de nervios, y llegada la hora acordada, me dirigí a la gruta de Vas tú listo. Allí llegué yo con mi gracejo natural y mis mejores galas, como correspondía a la ocasión: zapatillas, vaqueros, camiseta de los Clash y sudadera con capucha. Saludé a mis anfitriones a los que, a todas luces, había interrumpido haciendo algo que nunca me atreveré a preguntar…