Joder, la de tiempo que hacía que no dedicábamos en este blog una reseña a alguno de los tomos de Los Muertos Vivientes. Aunque bueno, he de decir que este post más que una reseña en sí viene a ser un alegato para insistir en el hecho de que toda esa gente que ve sólo la serie de televisión y se pasa el cómic por el ojete no sabe lo que se está perdiendo. Y es que a todos ellos queremos expresarles la idea de que nosotros siempre hemos pensado que el cómic está a añazos luz con respecto a la serie de tv, y este último tomo publicado el pasado mes no hace sino más que reafirmarnos en esa idea…
Cierto es que los compases iniciales de Los Muertos Vivientes en el noveno arte fueron muy impactantes, sobre todo con toda esa parte del Gobernador, un personaje que en la serie no tiene nada que ver con el halo de hijoputismo que rezuma en el cómic. Y es que a nosotros toda esta parte del enfrentamiento de Rick y sus muchachos contra este menda se nos antoja un poco pesada y hasta un pelín aburrida en la serie. Sin embargo, en el cómic eso era una sucesión constante y vertiginosa de acontecimientos a cual más chungo.