El diccionario de la real academia española define al campero como toda aquella persona un poco tocapelotas que jugando en modo multijugador a cualquier shooter se oculta en el lugar o recoveco más recóndito del escenario de la partida esperando a que los jugadores enemigos pasen por delante de él y así abatirlos a traición y a mala leche. Hace unos días el nunca bien ponderado Kiko y un servidor hemos retomado el vicio al multijugador del Battlefield Bad Company 2, y hemos vuelto a sufrir este mal que aqueja a la humanidad. Y es que en esta vida hay muchas cosas que personalmente me tocan los cojones, como bien puede ser un balonazo en la entrepierna, la comida japonesa o que me cierre el paso una Maruja de esas que andan ocupando toda la acera y a las que dan ganas de pegarlas un empujón diciendo: «¡Aparta, joder!». Pero pocas cosas hacen que me hierva el esqueleto con un no se qué y un qué sé yo, como el hecho de que un campero me deje seco de un disparo a traición.