¿Recordáis la época en la que éramos más jovencitos e impresionables y a veces alquilábamos una película por el simple hecho de tener una carátula molona?. ¿O quién de nosotros no se ha comprado alguna vez un videojuego en sus tiempos mozos dejándose llevar por la emoción de presenciar una imagen la mar de chula en la portada?. Pues bien, yo ayer me dejé llevar por ese grado de impresionabilidad y me hice con la compra de este tomo por el simple hecho de que me gustó su portada. Y es que ciertamente un menda con un alto porcentaje de parecido con Ash J. Williams siempre resulta inquietante si eres seguidor de Bruce Campbell.
Supongo que ahora mismo los fans de este pedazo de crack estaréis respirando en una bolsa por la emoción del momento, pero verdaderamente lamento deciros que este cómic que nos ocupa no tiene nada que ver ni con demonios, ni «necronomicones», ni escopetas recortadas, ni sierras eléctricas, ni nada del contexto en el que se movía ese personaje. Aquí los protagonistas son unos personajes algo más greñudos que los demonios a los que despachaba Ash con su gracejo natural, pues estamos hablando nada más y nada menos que de hombres lobo (¡uyuyuyui, qué miedo!).