¿Recordáis la época en la que éramos más jovencitos e impresionables y a veces alquilábamos una película por el simple hecho de tener una carátula molona?. ¿O quién de nosotros no se ha comprado alguna vez un videojuego en sus tiempos mozos dejándose llevar por la emoción de presenciar una imagen la mar de chula en la portada?. Pues bien, yo ayer me dejé llevar por ese grado de impresionabilidad y me hice con la compra de este tomo por el simple hecho de que me gustó su portada. Y es que ciertamente un menda con un alto porcentaje de parecido con Ash J. Williams siempre resulta inquietante si eres seguidor de Bruce Campbell.
Supongo que ahora mismo los fans de este pedazo de crack estaréis respirando en una bolsa por la emoción del momento, pero verdaderamente lamento deciros que este cómic que nos ocupa no tiene nada que ver ni con demonios, ni «necronomicones», ni escopetas recortadas, ni sierras eléctricas, ni nada del contexto en el que se movía ese personaje. Aquí los protagonistas son unos personajes algo más greñudos que los demonios a los que despachaba Ash con su gracejo natural, pues estamos hablando nada más y nada menos que de hombres lobo (¡uyuyuyui, qué miedo!).
Tracker es una miniserie de 6 números que desde casi la primera página comienza ya con una escenita de una masacre en el interior de un autobús que parece sacada de una peli de gore muy chunga. Esos compases iniciales sirven para presentarnos la figura del protagonista (Alex O’Roark), un agente federal que anda tras la pista de un asesino en serie (conocido como Herodes), que deja a sus víctimas hechas auténtico puré de patata Maggi. Pronto descubriremos que este asesino es un sanguinario hombre lobo, complicándose toda esta trama cuando nuestro protagonista consigue sobrevivir a un ataque de este, pero quedará infectado por esa maldición, virus (o como queráis llamarlo) provocando en el pobre Alex también esa licantropía. Será justamente a partir de aquí cuando nos adentramos en la trama principal del tomo, que gira en torno al mano a mano entre el asesino y nuestro protagonista, a quien le vendrán muy bien todas esas recién adquiridas habilidades para seguir la pista de su enemigo.
Es justamente sobre este hecho por el que viene la siguiente crítica que le haré a este cómic, pues para mi gusto se centra demasiado en torno a ese tema de la investigación del protagonista siguiendo el rastro de ese asesino, buscando pistas y tratando de adelantarse a los movimientos de este. Sin embargo, creo que se descuida o apenas se da importancia a un tema que podría haberse desarrollado más, como es la forma en la que puede afectar esa licantropía y la pérdida de control que se deriva de ella a un hombre decente y con principios como es Alex. Sin embargo, en el cómic apreciamos que en todo momento nuestro protagonista tendrá siempre muy bien dominado ese lado salvaje y no llegará en ningún instante a cometer actos actroces que él no desea sobre inocentes.
Quizás la explicación a todo esto resida en el hecho de que este cómic prescinde en todo momento de los estereotipos que suele haber siempre alrededor de este tema de los hombres lobo, tales como las balas de plata, la luna llena, o los pentáculos en la palma de la mano (pues sólo se recurre a clichés como el de los dientes afilados y las melenazas). Aquí veremos que se transforman cuando quieren, sobre todo cuando están sometidos a grandes situaciones de estrés. Además se nos presenta un novedoso concepto sobre esta temática en el que se comenta que estos seres no suelen vivir más de 2 ó 3 años, debido al alto grado de dolencias en su cuerpo producidas por esas transformaciones (será justamente en torno a esta idea por la que quedan explicadas en el tomo las motivaciones del asesino, pero no desvelaré nada más para no quitar la sorpresa al que tenga interés en su lectura).
En definitiva, Tracker es un cómic bastante decente pero que le deja a uno con un sabor un poco agridulce por el hecho de que se le podría haber sacado más partido a todos estos mitos en torno a la figura de los hombres lobo. En mi opinión, se debería haber jugado un poco más con la idea de una buena persona que de repente se ve convertida en uno de estos seres y explotar un poco más el hecho de cómo esto puede llevarle al dilema de hacer cosas que no quiere (encuadrado todo ello dentro de esa trama de su obsesión por dar caza al voraz asesino en serie). Pero vamos, que a lo mejor son cosas mías y estoy demasiado anquilosado en los sempiternos estereotipos en torno a los licántropos. En cualquier caso la cosa queda abierta con un final del que cabe esperar una continuación, así que ya veremos si siguen publicando por estos lares más tomos en un futuro próximo.