Hasta hace bien poquito había una conocida mía que pensaba que los Transformers eran los maromazos esos que se maquillan, se visten ahí de pibitas y se cambian el nombre por el de Bibiana. Y la capacidad para hacer de «transformers» de algunos es de tal nivel que a veces más de un pobre pardillo se ha venido arriba pensando que ha ligado con el pibón de su vida y al final resulta que acaba la noche en su casa desinfectándose la mano con lejía y amoniaco tras haber encontrado la «gran sorpresa»…
El caso es que este pasado fin de semana los frikis del mundo hemos acudido a nuestra sala de cine más cercana para ver esta última entrega de la saga de Michael Bay. Y cuando uno va a visionar una peli de este menda lo hace con la intención de presenciar un despliegue de efectos especiales y unos momentazos que te dejen con los ojos casi haciendo chiribitas. Y ciertamente esta cuarta parte mantiene ese nivel de espectacularidad tan característico, con un tramo final de película en el que la acción a raudales y sin descanso le sale a uno ya hasta por el ojete…
Sobre el argumento diremos que la historia se ambienta cuatro después del incidente de Chicago y la humanidad continúa reparando los destrozos de aquel pifostio, pero tanto los Autobots como los Decepticons han desaparecido de la faz de la Tierra. Ahora el Gobierno de los Estados Unidos está utilizando la tecnología rescatada en el asedio de Chicago para desarrollar sus propios Transformers. Se pone al frente del proyecto a Joshua Joyce (Stanley Tucci), un arrogante diseñador que cree que los Autobots son «basura tecnológica» y se cree capaz de realizar unos robots infinitamente más avanzados. Mientras tanto Cade Yeager (Mark Wahlberg), un mécánico inventor, encuentra un Marmon semi-trailer. Al intentar repararlo descubre que el camión no solo era un Transformer, sino que también es el mismísimo Optimus Prime, líder de los Autobots, lo cual traerá una serie de consecuencias para su vida.
El hilo argumental principal del film no tiene mucho más que comentar, pues se tira nuevamente de ese cliché maniqueísta de las actitudes o posturas extremas de los Autobots y los malos de turno, en el que los buenos son muy buenos y los malos son cabrones como ellos solos. Pero insisto en que la gente que va a ver este tipo de films no quiere ver mierdas filosóficas a lo Hulk de Ang Lee, y desde luego que Transformers 4 tiene muy claro lo que ofrecer al público que gusta de este tipo de películas a través de esa premisa tan simple de buenos contra malos.
Pero hasta que llegamos a ese tramo de película en el que los momentazos de acción se desbordan a lo bestia, antes pasaremos por una primera mitad del film que sirve como presentación de unos nuevos personajes (con ciertos momentos de humor muy simpáticos) y donde veremos unas pinceladas de la vida de nuestro protagonista, un inventor cutre que ejerce como padre sobreprotector debido al hecho de que él solito ha tenido que sacar adelante a su hija tras la muerte de su esposa. Y justamente en el papel de la hija es donde entra en juego otra de las señas de identidad de la saga Transformers, como es el hecho de tener siempre presente la figura de una maciza de pura cepa que si está más buena revienta y que cumple perfectamente en su función de mujer florero. De esta forma, tras Megan «perraca» Fox y Rosie Huntington-Whiteley es ahora la rubiaza Nicola Peltz la encargada de amenizar los ojines del populacho masculino paseándose tan ricamente muy fresquita con unos shorts en medio de todo ese pifostio robótico.
Eso sí, seguro que a los fans de la saga se les hará raro ver una peli de Transformers sin Shia LaBeouf (supongo que el motivo será el alto grado de gilipollería y de paranoia que rezuma hoy por hoy este actor). Y su sustituto no es otro que el hormonado Mark Wahlberg, un menda que confraterniza con simios, con robots o con lo que le eches. Mención especial también para el gran Stanley Tucci (en su sempiterno papel de «chaquetero», que empieza colaborando con los malos y acaba ayudando a los buenos) o el de Kelsey Grammer (más conocido por algunos como Frasier) y que encarnará las labores de cabronazo de turno.
Y francamente creo que el film no tiene mucho más que comentar, salvo recomendarlo a ese público palomitero que agradecen películas en las que la acción prima sobre el guión. Insisto en que la parte final del largometraje está repleta de ostias y destrucción a mansalva con momentazos de lo más espectaculares. Y es que este film es un claro ejemplo de que cuando hay pelas de por medio se pueden llegar a escenificar barrabasadas como las que aquí veremos (sobre todo cuando hacen su aparición en escena los Dinobots). Así que si me preguntáis si me ha gustado este cuarta entrega os contestaré con un rotundo sí, porque francamente uno ya sabe lo que va a ver y lo que busca en este tipo de películas y francamente Transformers: La era de la extinción lo ofrece en grandes cantidades. Acción, acción y más acción, muy bien hecha además. ¿Qué mas se le puede pedir a una peli veraniega?.